Trilogía Bruja 2ª parte

El avestruz dejó de volar y perdió esa función sin que nunca más volviera a echarla de menos. El hombre, recordándose a sí mismo gozaba de momentos de incondicionalidad, pero al dejar de hacerlo perdió esa función y en su naturaleza limitada ya nunca sintió su ausencia. (Roque Ivars)

¿De qué matiz nació el principio, del que todo emanó? (Roque Ivars)

Las brujas: más adelante

¿Evoluciona el día hacia la noche o es la noche la que avanza hacia el día?

Más de veinte años después.

Hace tiempo, mucho tiempo, le comenté al ti Joan que tenía un libro interesante cuya lectura reservaba para antes de dormir. Él me respondió que eso no lo podría conseguir en toda mi vida. Yo lo tenía en la mesita de noche y al acostarme lo leía diariamente hasta que lo acabé. Días después cuando volví a ver al ti Joan le dije que lo había conseguido y que ya había acabado de leer el libro. El ti Joan sonrió, me miró con unos ojos cuyo brillo y vivacidad parecían que le iban a estallar y trató de controlarse, pero no pudo y acabó soltando tan tremenda carcajada que me dejó perplejo un instante. Luego sacó el pañuelo que llevaba entre la camisa y la ancha faja negra que superponía al cinto del pantalón y se secó las lágrimas que la risa le había producido. Se sacó la boina y se rascó la cabeza, mientras yo seguía perdido, sin saber qué le causaba tanta risa. Finalmente, me tomó del hombro y cariñosamente dijo:

—Dormir es lo que hace habitualmente la gente. Así que ese libro lo has leído antes de despertar, no antes de dormir.

¿Evoluciona el día hacia la noche o es la noche la que avanza hacia el día?…

¿Qué fue antes, el huevo o la gallina? ¡Dios mío!, cuántas especulaciones a la sombra de la sombra, al amparo de la oscuridad, tal y como pintara Tolo en su lienzo titulado Mariate. Por contra, qué sencillo y cuanto trabajo se evitaría el hombre añadiendo un granito de consciencia a la vida.

Sale el Sol, y la Tierra rota para recibir sus dones, como el ser humano que a la luz de la lumbre se da la vuelta para calentarse, también, la espalda. Luego viene la noche, la oscuridad, y el hombre se abandona al sueño para no consumir todas las energías que recibió antes, del Sol, ya que al no estar ahora presente, tampoco las puede renovar, alentar y almacenar. Y en ese abandono, la consciencia libera al cuerpo de sí misma. Al amanecer, uno vuelve en sí y despierta. Ese ciclo se produce diariamente, y el ser humano relaciona cosas, tales como, el amanecer con la luz del Sol; el que la consciencia vuelva siempre a pesar de que las condiciones para el descanso sigan siendo óptimas, agradables y con el conveniente silencio; relaciona la existencia del despertar con el regreso de la consciencia a la que desde siempre se la ha denominado luz y ver. En esta relación encuentra símil entre el Sol y aquélla; la consideración de que la vida y la muerte sean un paralelo del ciclo diario de la actividad del día y la pasividad de la noche, y en el que no es preciso que uno haga nada para volver a despertar, ni para dormir de nuevo, y probablemente, tampoco para renacer. Por eso es la noche que avanza hacia el día. Es la luz de la consciencia, que alojada en la oscuridad, emerge con la esperanza de alumbrarla, a condición de que el hombre quiera. Concierne, en definitiva, a la transformación de la noche en día, de las tinieblas en consciencia. Implica la evolución de la semilla en árbol, del feto en ser humano, del punto inicial al universo en expansión. Se trata, entonces, de dar a luz. Y este asunto, también lo representó Tolo en las brujas de sus obras.

¿Qué fue primero, entonces, el huevo o la gallina? Visto desde esta perspectiva, con apenas un ligero “soplo de luz”, la solución viene cantada: desvelada.

Sin embargo hay algo que me preocupa: la negativa generalizada a hacer uso de la consciencia, y la intolerancia a que esta se expanda. Por esa razón, por prudencia, no puedo expresar abiertamente cuales son las distintas naturalezas y las funciones del brujo y de la bruja. Me privo de ser explícito y lo dejo en este punto, pues, estoy seguro del desacuerdo que tantos mostrarían.

¡Cuánta Luz sin manifestar! Cuanta a la espera de expresarse, y cuanta oculta… No sé cómo afectaría al hombre si un día esta decidiera revelarse. Pero no lo hace porque solo el amor es correspondido cuando existe, cuando se está preparado para amar y para ser, cuando la reciprocidad acontece gracias al esfuerzo de sufrir una mayor expansión de la consciencia.

Recuerdo de nuevo aquellas brujas que Tolo pintara. Yo me empeñaba en querer verlas a todas con encanto, esplendorosas, ya fuera que la belleza brotara desde adentro o irradiara en el exterior de cada una de ellas. Pero hoy me doy cuenta de que si bien yo las veía de ese modo, la realidad es que Tolo pintó brujas hermosas y feas; y fue por algo. Mariate, como así tituló el lienzo incluido en otra colección, había sido pintada con gafas, y con ello lo que el artista representaba era su falta de visión, de entendimiento. En la pintura, la alegoría de ver se traduce como el darse cuenta, el entender, pero también lo es de la belleza saturada de significado, del que la luz y los colores son hermosas sugerencias para el espectador sediento de saber. Por eso, Mariate, revoloteando la bahía de Altea y la Marina Baixa, era la precisa representación de una mujer con carencia de consciencia, y por ende, de belleza. De esa manera, en la pintura de Tolo se la advertía obligada a usar gafas. Y es que el día, no en vano, aguarda al ser humano que sale de las tinieblas, de la noche, sino que para guiarle por medio del sabor del limpio recuerdo de su ser esencial, cuya evocación es la belleza. La que produce vivencias de la felicidad y de la plenitud del niño recuperado.

Mariate. Se trataba de una bruja que podía dañar, y de hecho se complacía en ello, para, a continuación, presentarse como víctima.

De pie, delante del cuadro, la bruja parecía mirar en sentido a mi derecha, es decir, a su izquierda, como destinada a seguir adelante con la esperanza puesta atrás, en la seguridad pretérita, con desnaturalizada nostalgia y en ese futuro que el pasado condicionaba, no podía aguardarle más que la oscuridad que Tolo pintó en la forma de un túnel, a pesar de que sobre él resplandeciera un radiante y esplendoroso Sol. Con ello significó que ante las nuevas experiencias de vida, la bruja, no tenía ninguna intención de encauzarlas bien: que el astro rey las iluminara. El túnel simbolizaba, el camino tenebroso, lleno de padecimientos, de toda suerte de inseguridades y de temor, el que nace en la oscuridad de la inconciencia, el de las malas obras y las malas artes, el que impide la germinación de la propia semilla espiritual. Es el sendero que la bruja se destina a sí misma a transitar, a menos que se decante por sufrir el esfuerzo de construir otro camino que no pase por el oscuro túnel, y sí, en cambio, por encima de él, por donde la Luz solar del día pudiera bañarla. Y, una vez más, la luz espera que las tinieblas evolucionen hacia ella.

Mariate llevaba por encima de los hombros un echarpe negro de lana, y con ello, el pintor significó la ignorancia con la que cargaba, y que simbolizaba con el teñido negro de la lana. Pero ella, ajena a sí misma, se encontraba sonriente en medio de una difusa neblina gris, con lo que la horrenda señora ofrecía la sensación de sentirse feliz en medio del estado de confusión que los rayos solares no alcanzaban a disipar. Ahí estaba la creación de Tolo con preciosos y horribles colores, con claros y oscuros, con luces y tinieblas, con un siniestro personaje que eligió, no mirar al Sol, y que durante un buen tiempo no sufrió aunque hizo sufrir. Pero, más adelante…

La bruja tenía en sus manos un libro que, como si del de los registros de la vida se tratara, revelaba otras varias secuencias y tiempos: arrodillada llorando y suplicando no ser entregada a la justicia…

En cambio, Tolo, que no descuida en su mensaje la misericordia del universo, dejaba un espacio vacío muy límpido para el caso de que se diera un sincero acto de contrición.

En aquellas telas había sabiduría, la que en un primer impacto desconcierta. Sabiduría que se expresaba sabiamente, tanto en la oscuridad como en la luz, sin tener en cuenta ni que le afectara ninguna de estas distintas condiciones. Aprender de la sabiduría transforma a quien lo quiere. Como dice la enseñanza, para amar hay que querer.

No había ni un solo lienzo que estuviera allí de más, por eso Tolo, no vendía sus pinturas por separado, sino por series. Sin embargo muchos, incluso, yo mismo, llegué a pensar que se trataba de una estrategia para mejorar las ventas. De nuevo, el tiempo puso en evidencia nuestra propia ignorancia.

Evoluciona la noche hacia el día pero el ser humano invierte el sentido natural de la marcha del universo esencial en favor del formal.