
Alma María Navas Peña es una mujer de 32 años que, además de superar con éxito su etapa de tránsito, lo ha hecho en un ámbito tan tradicional como el de la comunidad gitana. A los tres años dice que ya “sabía muy bien quien era yo”. Nacida en Lebrija (Sevilla), porque su madre, natural de esta localidad, acudía allí con los suyos a dar a luz, a los pocos días de vida sus padres regresaron a Benidorm, donde residían, y donde Alma Mª se ha criado entre las calles Mercado, Marques de Comillas y Almendros, en el Barrio del Campo, en pleno corazón de Benidorm.
UN REPORTAJE DE BELÉN RICHARTE
Alma, como yo la llamo, es una mujer alta, delgada, de sonrisa amplia, con unos ojos grandes negros, unas alargadas piernas, una melena larga y rizada de color canela y una piel morena que delatan sus raíces gitanas. Guapa, como la madre que la trajo al mundo, María Manuela Peña, regresó al Benidorm de su vida en 2018 tras el fallecimiento de la mujer a la que dice debérselo todo y tras pasar por el duro trance también de un divorcio. Y regresó al mismo barrio donde se crió, con la misma familia que la vio nacer y con los mismos amigos y amigas con los que compartió infancia.

Alma María nació oficialmente como varón, pero su identidad sexual era muy distinta. “Desde los tres añitos yo ya sabía quién era y mi familia también”, asegura esta mujer que muy pronto supo que la Naturaleza había cometido un error con su cuerpo.

Pese a ello, y a lo que muchos y muchas pudieran pensar, su familia de etnia gitana siempre la arropó, la cuidó, la respetó y la mimó y en la actualidad así siguen, no necesito que nadie me lo cuente: lo veo a diario. Alma, desde bien pequeña, vio aflorar su lado femenino muy por encima del masculino. “Sí destacaba mi lado femenino, sí (ríe), pensaba que era una niña y mi padre me cortaba el pelo jajaja… ¡ Ellos, tan normal, me lo cortaban, y yo me lo quería volver a dejar largo,…” ! Esta mujer tuvo unaniñez y adolescencia, “buena, como el resto del mundo, me gustaba mucho relacionarme con chavales y chavalas mayores que yo”. De Benidorm, transgénero y gitana: “Sí, esos valores los llevo con la cabeza muy alta (¡ y mira si soy alta un metro ochenta y cuatro de estatura !), se los debo a mi madre porque antes de llegar a mis 32 años he tenido que asumir que, en esta vida, hay que caminar recta, lo mejor posible, con respeto, educación y pisando muy fuerte”.

Su madre, su gran ejemplo
Alma María llevó a cabo su metamorfosis al cumplir los 18 años y esa fue, de momento, la única intervención que se ha realizado en el cuerpo porque, afirma, que su belleza es natural, ya que es muy parecida a su madre: “Cuando ella falleció asumí como propio todo lo que ella representaba y cómo se comportaba socialmente en Benidorm, donde siempre se la respetó, sobretodo, por la educación de la que hacía gala; la llevo siempre por delante aunque soy más extrovertida de lo que era ella. Y es que por ser transgénero no quiere decir que te vayas a sentir menos gitana”. El camino de esta mujer no ha sido fácil, la muerte de su madre y su separación marcaron un antes y un después en su vida. El año 2018 supuso su particular catarsis. “Soy el recuerdo de mi madre, soy una gitana transgénero que me hicieron de hierro para ser la persona que hoy en día camina sin miedo a nada pero con mucho respeto.”

Alma Mª finalizó sus estudios de la ESO, realizó varios cursos sobre Competencias Digitales y Competencias en el Mercado Laboral, en la Cámara de Comercio de Sevilla; también se inició en el mundo de la peluquería y estudió un curso para poder trabajar en casinos y bingos, le gusta la medicina interna y la natural, lo que acapara la mayor parte de su tiempo libre leyendo libros relacionados con esos temas. A nivel laboral asegura no haber tenido nunca ningún tipo de problema: “He trabajado como camarera de bar y también como camarera de habitaciones, de dependienta, animadora turística, monitora, trabajé en el sector de la peluquería, en una sala de bingo y apuestas, maquilladora, etcétera. Me gusta el trabajo de cara al público mucho”.
Sus objetivos de futuro, Alma también los tiene claros: “Llegar lo más lejos posible y aprender de mis errores como ser humano para sacar las mejores versiones de mí”.

El camino al que Alma María da normalidad, porque ella así lo ha vivido, entre los cánones gitanos, no lo ha hecho sola, siempre junto a María Manuela, al resto de su familia y siempre bajo control médico. Esta es la historia de esta mujer que siempre fue mariposa en un mundo cuyo recorrido no siempre es un camino de rosas, pero de Alma no puedes esperar otra cosa sino a avanzar, como ella dice, hacia delante, con la cabeza bien alta, con el máximo respeto, y, siempre, aprendiendo de los errores.
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