Ana Mª Ripoll Ivars, la primera comerciante de Benidorm

En cuatro días estamos de nuevo reivindicando el 8-M, Día Internacional de la Mujer, con unas cifras de van en aumento, en cuanto a mujeres muertas a manos de sus parejas o ex parejas, por lo que los expertos en violencia machista no dudan en calificar el 2022 como el “annus horribilis” desde que hay cifras estadísticas y el triste panorama con el que hemos comenzado estos primeros meses de 2023 no hacen presagiar nada bueno. Por este motivo, en este primer sábado de marzo, empiezo la singladura por la vida u obra de cuatro mujeres, cuatro grandes mujeres que, en sus tiempos y respectivos modos de vida, han sido pioneras en este Benidorm, al que tanto amamos, o en alguna localidad de la Marina Baixa donde estamos enclavados.

UN REPORTAJE DE BELÉN RICHARTE

La Ley nos les permitía a las mujeres abrir un negocio a su nombre hasta la Constitución de 1978*, aunque la sociedad española de finales del siglo XIX y hasta la aprobación de la actual Carta Magna obvió este “asuntillo”: la mayoría de mujeres siempre ha trabajado, tanto dentro y fuera de casa, han sido, en muchas ocasiones el sustento vital de la familia, pero no han tenido derecho alguno. La historia que les traigo hoy podría ser la de una de nuestras abuelas o bisabuelas, pero es la historia de Ana María Ripoll Ivars nació a finales del siglo XIX, en concreto ( ¡ y fíjénse la casualidad !) el 8 de marzo de 1888 (cuando en ese día todavía ni se imaginaba reivindicación de ningún tipo), en el seno de una familia de artesanos del calzado.

Los descendientes de la primera mujer comerciante de Benidorm, Ana María Ripoll Ivars, todavía conservan una máquina de coser zapatos y bastantes hormas (algunas con el nombre de las personas para las que se hicieron) y que que están expuestas en el hall de los Apartamentos “Mare Mar”, regentado por su nieto, Jaime Lloret Pérez.

A pesar de todas las trabas jurídicas y legales del momento, Ana María, mujer emprendedora y de gran carácter, se dedicó en solitario al comercio desde principios del siglo XX, la licencia más antigua que se conserva es la de industria de Mercería y Paquetería de 1924, aunque, como era de esperar, está inscrita a nombre de su marido, Jaime Lloret Orozco. Esto sin duda obedece a que las mujeres no podían tener un negocio sin la correspondiente autorización del padre o, o en caso de estar casada, del esposo a la que se llamaba licencia marital.

Su marido, Jaime Lloret Orozco era un hombre del campo y de la caza, que trabajaba sus tierra del Murtal y nunca se inmiscuyó ni trabajó en el negocio de Ana María. “La dejaba hacer, porque ella lo hacía muy bien, se podría decir que en eso era moderno”, asegura su nieto, de nombre igual nombre y apellidos Jaime Lloret.

El colmado, como tal, estaba ubicado en Paseo de la Carretera, nº 7. que en esa época se denominaba calle Marques de Comillas y abrió sus puertas como establecimiento de paquetería. “En ese inmueble se ubicaba con anterioridad la Venta donde se realizaba la parada de postas de las diligencias y servicio de correos, con lo que contaba con un establo y un almacén donde se guardaba los paquetes recibidos. Cuando se motorizaron dichos servicios se abrieron otros inmuebles, por lo que la Venta quedó libre y nuestra familia la arrendó. Como he comentado anteriormente, estaba a nombre de nuestro abuelo pero por el pueblo era conocida como ‘Ca Ana María‘, subraya su nieto.

Ana María se dedicó al comercio y atendió a sus hijos y su casa, como muchas mujeres de nuestro tiempo. Según su nieto, “su casa y su negocio era todo una misma cosa: su casa-negocio daba a dos calles, al Paseo de la Carretera y a la Alameda, los niños pasaban de una calle a otra por la casa de Ana María evitando así dar la vuelta, -y añade-, “en la tienda había de todo y para todos, allí podías hacer desde la compra diaria hasta preparar una ajuar, además de ser el despacho de la Agencia de Transportes Morales”.

Y el trabajo era de sol pues en “Ca Ana Maria” no había festivos.“La tienda disponía de productos de alimentación, aperos de labranza, cordelería, muy importante en esos tiempos para la fabricación artesanal de redes y útiles para la pesca, zapatos (nuestro bisabuelo era zapatero), artículos de limpieza personal y para la casa y todo lo que un pequeño pueblo podía necesitar y estaba al alcance en aquella época, incluido todo lo necesario para el ajuar de una novia (loza, ropa de cama, cuberterías…). Estaba abierta las 24 horas del día pues, además de tienda, era el domicilio y el hogar de la familia. Siempre ha tenido dos puertas, una al mencionado Paseo de la Carretera y otra a la Calle Alameda. Y como se ha dicho nunca se cerraba, ni siquiera en Fiestas ni en entierros”, puntualiza Jaime Lloret.

En cuanto a los proveedores del momento la mayoría de ellos eran de la comarca o de Alicante y accedían a ellos tenían con un carrito tirado por un mulo o como se podían. “Nuestros principales proveedores de esa época eran productores agrícolas y ganaderos de la localidad y artesanos de la comarca. Los elementos más elaborados venían de distribuidores de Alicante que los remitían por paquetería hasta Villajoyosa e íbamos a recogerlos con los medios de que se disponían, andando con una carretilla o con un carrito tirado por un mulo. Estos almacenistas de Villajoyosa eran los Soriano, que fueron proveedores nuestros hasta el final del negocio. En Alicante estaban Bardisa y Solera”, añade el nieto de Ana María.

Pero no todo fue un jardín de rosas para Ana María, también conoció el fracasó y supo cómo levantarse, que es también fundamental en la vida que nos toca vivir a cada uno/-a y si algo no funciona pues se cierra y punto, debió pensar la primera comerciante de Benidorm. De hecho, abrió una pastelería en el mismo Paseo de la Carretera, pero, como explica su nieto, “duró poco tiempo porque los pasteles eran un lujo de domingos y viendo que no convenía aquel negoció lo cerró.”

Los Lloret Ripoll se adaptan al boom del turismo

En el tranquilo pueblo de Benidorm todo parece inalterable hasta que empiezan a llegar los primeros turistas y Ana María era consciente que también había que surtir de productos a la nueva clientela. Según su nieto: “evidentemente, en los años cuarenta y cincuenta, predominaban los productos de alimentación envasados que se necesitaban para suministro de pescadores y almadraberos, los productos frescos se solían vender en el mercado semanal que se montaba en la calle Ricardo, -y añade-, sin embargo, a partir de mitad de los años cincuenta en adelante, cuando el transporte de los alimentos ya se hacía de forma motorizada y con asiduidad, se empezaron a vender productos frescos, como el fiambre y los quesos, así como pastas, legumbres, dulces, todo tipo de conservas, bebidas y aceites, productos de limpieza, etcétera; por la llegada del turismo, se empezaron a suministrar productos provenientes de Europa, por ejemplo, pan alemán, que venían a comprar todos los residentes en la comarca, incluso desde Calpe”.

Para Jaime Lloret, “nuestro establecimiento fue uno de los primeros en adaptarse a esta nueva clientela, se reformó el establecimiento y se surtió con muchos de los productos que se demandaban, dulces, productos congelados y frescos, bebidas refrescantes, vinos y licores. Todo lo que nos pedían. En Lloret no faltaba de nada y si no había se buscaba a la mayor brevedad para satisfacer los deseos del cliente”.

Saga familiar de comerciantes

Los tres hijos de Ana María y Jaime se dedicaron al comercio.

El mayor Miguel, con la “Mercería Ana María”, en el mismo Paseo de la Carretera. El primogénito de Ana María murió joven y el negocio lo continuó su viuda Rosa Pérez Barceló y después sus hijas Ana María y Pepa.

Ana María Lloret Perez mantuvo su comercio de mercería hasta su fallecimiento el pasado mes de agosto de 2022. “Era una tienda de pequeño comercio, tradicional, una mercería donde para vender debía tener de todo, y ella lo tenía, su tienda era una fantasía, un cajón de sastre, hilos botones, lanas, cremalleras, cintas de colores, puntillas, bies, blondas, pasamanerías, picunelas, agujas, medias, petit-pua, y un sin fin de incontables productos y si, por alguna casualidad la clienta no encontraba lo que buscaba, ella lo pedía a la fabrica y listo, sus clientas quedaban satisfechas. Pepa Lloret Perez se encargó de conducir la mercería hasta el pasado mes de febrero que se cerró definitivamente”, destaca Jaime Lloret.

El segundo de los hijos de Ana María, José Lloret Ripoll (Pepe d’Ana Maria), se encaminó hacia el sector de la alimentación, bebidas, droguería y limpieza, en la misma ubicación del negocio de ultramarinos que había regentado su madre con el nombre de: “Supermercado Lloret”, era esa típica tienda de pueblo que tenía de todo. Una tienda de confianza, de calidad y bien atendida. Pepe mantuvo activa su tienda hasta su jubilación en 1992.

Su tercer hijo, Jaime Lloret Ripoll (Jaume d’Ana María), empezó trabajando con su hermano Pepe, para luego establecerse por su cuenta en un puesto del Mercado Municipal, aunque poco tiempo después abrió su propia tienda que, al igual que la de su hermano, se centraba en productos de alimentación, bebidas, droguería y limpieza, llamado también “Supermercado Lloret”, pero en esta ocasión ubicado en la Calle Herrerías. Jaime Lloret mantuvo su negocio abierto hasta su jubilación en 1995.

Madre, hijos y nieta, todos comerciantes hasta el final, nunca cambiaron de oficio, nacieron comerciantes y murieron comerciantes. Sus tiendas tenían el trato personal y de confianza que gustaba a sus clientes, con esa conexión y confianza que parece haberse perdido en el comercio de grandes cadenas donde si te falta un euro dejas la compra, donde ya no existe apúntalo o luego te pago que no llevo bastante…algo se esta perdiendo de un tiempo a esta parte … ¿Verdad?

¿Cualquier tiempo pasado fue mejor?: “No lo sé, pero no puedo negar que aquellos tiempos fueron muy buenos”, concluye diciendo el nieto de Ana María.

¿Sabías que…?

*Matrimonio Código Civil artículos 66, 67 y 68

¿Cuándo pudo una mujer abrir una cuenta corriente en España?

La aprobación de la Ley 14/1975 del 2 de mayo, contempló la reforma de algunos artículos del Código Civil y del Código de Comercio sobre la situación de las mujeres y los bancos. En aquel año, la mujer pudo acceder a abrir una cuenta bancaria. Eso sí, siempre con permiso del marido.

¡ La Constitución Española de 1978 es una referencia para los Derechos de las Mujeres Españolas !