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Cuando los familiares de los almadraberos hablan de lo que ha sido su vida al lado de ellos lo hacen ante todo con mucho, mucho respeto y sobretodo con mucho cariño porque son personas que desde la cuna se acostumbran a las grandes ausencias que esta profesión requiere pero también a los maravillosos momentos que, en ocasiones tras más de seis meses embarcado, suponía ver llegar el barco del padre que entre bultos extiende su enormes brazos para colmar a besos y a alegría a su familia, como si con ello pudiera colmarles de amor que la mar e ha privado. Y entre los brazos bultos y bolsas en el petate con muchos regalos para toda la familia, muchos de ellos inéditos en nuestro país. Así nos lo cuentan esta semana Igna Llorca Pérez, de Benidorm e hija de capitán de almadraba; Pepa Lloret, de La Vila Joisa, hija de pescador de altura, parte cuya familia emigró a la Almabraba de Gijón, donde tiene parte de la familia, uno de ellos su primo: José Aurelio Llores, cura de la Parroquia de la Sagrada Familia de la ciudad asturiana.
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