
Los que vivimos en Benidorm sabemos la suerte que tenemos por residir en uno de los lugares más emblemáticos y bellos de España, un pueblo que en apenas setenta años ha sufrido una transformación como pocos pero que en la esencia sigue siendo el mismo: inmensas playas de fina arena, bañadas por el azul turquesa las aguas cristalinas del legendario Mediterráneo y un entorno natural, que lo envuelve, abrupto de montañas que llegan en cascada hasta el mar y que lo envuelven en una cápsula del tiempo propiciando el microclima del que disfrutamos todo el año. Un lujo al alcance de muy pocos hasta finales de la década de los cincuenta principios de la de los setenta en la que los turistas europeos empezaron a interesarse por este bello pueblo y a buscar fórmulas en las que alojarse. El camping “Hortet” fue el primero en inaugurarse en la provincia de Alicante, su dirección supo hacerse un hueco en el mercado y en pocos meses tuvo un éxito precedentes.
UN REPORTAJE DE BELÉN RICHARTE
Desde que Benidorm despertó al mundo del turismo o el mundo del turismo despertó a Benidorm, tanto me da que me da lo mismo, muchos y variados han sido los servicios que desde sus inicios ha ofertado a sus clientes para que estos se marcharan satisfechos y volvieran de nuevo al lugar donde habían pasado unas vacaciones de ensueño. He hablado en esta misma sección de diversos hoteles, de comercios y comerciantes de saga familiar, de los primeros edificios de planta de vagón y tres o cuatro plantas de altura y de cómo se ha verticalizado y perfilado a lo largo de su historia más reciente el sky line de Benidorm. Esta semana, como siempre, les propongo un viaje al pasado, al primer camping que abrió sus puertas en Benidorm: el “Hortet”, construido a principios de los años sesenta por José Meseguer Guillamón, desde el principio tuvo un éxito arrollador. Un camping en Benidorm (cuando todavía no existía tal palabra en el lenguaje coloquial de la calle), suponía algo novedoso para los autóctonos, pero no para los campistas europeos tan deseosos siempre disfrutar del sol y escaparse a nuestras playas, degustar nuestra rica gastronomía, gozar con nuestro buen clima y de la tranquilidad que se respiraba entonces y ahora.

El Camping “Hortet” fue el primero en construirse en la Costa Blanca y disponía de las instalaciones más modernas y avanzadas de la época para que a sus clientes, principalmente centro europeos, no les faltara de nada, en un Benidorm que estaba despertando al turismo.Apenas lo separaban cien metros de la playa de Levante,estaba dividido en dos amplias parcelas: la de arriba tenía de entre ocho a 10.000 metros cuadrados y la de abajo 5.000 metros cuadrados, en total abarcaba de 10 a 15 hectáreas de terreno, se extendía en la manzana que ocupa ahora el Edificio Shopping Center, en las confluencias de las actuales avenidas del Mediterráneo, Europa, Calle Gerona, Ibiza y Parque de Murcia.
Un enclave envidiable pues los campistas habitualmente buscan una experiencia cercana a la naturaleza y el “Hortet” reunía en su conjunto y alrededores todo lo que un campista puede desear: la proximidad al Mediterráneo y un entorno, sin calles ni avenidas, sólo caminos sin asfaltar y huertos, la mayoría abandonados, de olivares, almendros o algarrobos a los que había que sumar los cientos de olores de las flores silvestres autóctonas que en ellos crecían como el tomillo, los “geranios de olor”, margaritas, el jazmín o el galán de noche, por citar las más conocidas.
Todo empezó en 1959

Esteban García Torres pisó Benidorm en 1959, cuando apenas tenía cinco años, y explica que “cuando llegamos vivíamos en mitad de una huerta con una casa sin luz y sin agua, pues fuimos los pioneros en residir en la zona de Rincón de Loix, desde la que se veía los dos apartamentos construidos en el barrio: Las Arenas y Las Terrazas. No había nada más hasta llegar al principio de la playa de Levante, al pueblo”, -y añade- “mi padre, Fernando García Muñoz, vino como albañil a trabajar en la construcción de los edificios Las Terrazas y Tor Maraya, justo en frente, en primera línea de Levante; en ese caserón de campo vivían, mientras se construían esos dos edificios, los trabajadores que habían venido trabajar en la construcción de ambas edificaciones. Poco a poco, la casa se fue acondicionando y fue entonces cuando mi padre, Fernando García Muñoz, “el Nano”, nos trajo a mi madre, Josefa Torres, a mi hermano Antonio, “el Ñoño”, y a mí; mis dos hermanos pequeños Fernando, “Tete”, y mi hermana, Mª José García Torres, ya nacieron en Benidorm”.
El empresario y constructor José Meseguer Ródenas ya había fijado años atrás su vista en Benidorm, donde había adquirido numerosas parcelas algunas de las cuales sus herederos y herederas aún conservan, como es el caso de El Murtal o El Moralet, por citar dos de las más conocidas. “El jefe gordo”, como lo llamaban sus trabajadores, ya había entablado relación con el alcalde Pedro Zaragoza, y, como empresario visionario que también lo fue, no se lo pensó dos veces y en ese paraje sin igual en el que estaba enclavado el viejo caserón, en el que había alojado a su cuadrilla de trabajadores mientras construía el primer rascacielos de Benidorm, Tor Maraya, con 17 plantas, decidió construir un camping, el primero de la provincia de Alicante, en el que vivió Esteban García Torres, “Esteban el del Manhattan”, hasta que se casó.

El empresario José Meseguer Ródenas tenía participaciones en otro camping situado en La Manga del Mar Menor (Murcia) y pronto descubrió que ni en la provincia ni en Benidorm había nada parecido. “Meseguer se encontraba entonces en plena vorágine constructora y de compra de terrenos en Benidorm, era dueño de media localidad ya. Era la época de Meseguer Ródenas y de Alfonso Puchades”, explica Esteban García.
Según García Torres, “José Meseguer (padre) era un hombre muy campechano pero a la vez muy inteligente; tenía una fábrica de goma en Alicante, ahí es donde empezó a barajar la idea de construir un camping en Benidorm y así lo hizo”, -y subraya-, “además mantenía buenas conexiones con el Ministerio de Información y Turismo porque, incluso, el ministro Manuel Fraga Iribarne estuvo en la inauguración del camping, como también lo estuvo el alcalde Pedro Zaragoza, junto al gobernador civil de la época, Miguel Moscardó Guzmán, etcétera: vinieron muchos coches oficiales, es decir, la élite del momento”.
Meseguer, que venía de Madrid, conectó rápidamente con las ideas de lo que quería hacer en Benidorm su alcalde, Pedro Zaragoza, comprobó que ya por aquel entonces el pequeño pueblo marinero estaba inmerso en pleno “boom” turístico y, aunque la gente no sabía muy bien qué era un camping ni qué significado tenía esa palabra en sí, que era novedosa, lo construyó y estuvo funcionando unos 20 años con un éxito arrollador.
“Bienvenido Mr. primer campista”
“Al principio el camping sólo abría los meses que abarcaba la temporada alta (julio y agosto) pero luego ésta se prolongó también durante el invierno. A ello contribuyó que en él se alojaban los promotores y artistas de Madrid que instalaron un circo, unas cuantas parcelas más arriba, en la misma calle sin asfaltar, que hoy es la avenida de Europa. También en la parcela superior del camping abrieron el cine Europa, vallado únicamente con cañizo”, recuerda Esteban García.

El recibimiento del primer campista del “Hortet” lo compara García Torres con la película del cineasta valenciano Luis García Berlanga, Bienvenido Mr. Marshall. “La verdad es que fue una situación cómica. Era una pareja de belgas e iban buscando el camping, porque entonces no había teléfono ni nada, mi hermano menor, “Ñoño”, salió por aquellos caminos y vio un coche a lo lejos al que guió hasta llegar al camping; entonces se les organizó una fiesta de bienvenida, se les agasajó como el turista tres millones cuando llegaba a Mallorca, se empezó un jamón, hubo palmas, guitarra, sangría, etcétera, los turistas se quedaron encantados”, asegura riendo Esteban García.
Pronto empezó a correrse la voz, era el único camping de la provincia de Alicante, y, aunque en España había poca cultura de camping, en Europa sí que la había, por lo que pronto empezaron a llegar turistas de Francia, de Alemania, de Holanda, a la vez que en sus parcelas se alojaban importantes personalidades de la sociedad y la cultura de época. Se convirtió en un centro internacional de reunión porque, casi todo el turismo que había al principio, se alojaba entre el camping, el Hotel Mistral y los apartamentos turísticos Las Arenas y Las Terrazas, ya en el centro había más establecimientos de este tipo, pero en el Rincón y Levante no, y todavía Benidorm contaba con pocas plazas para atender el brutal incremento de la demanda turística.
“Hippies” de toda Europa encontraron en el “Hortet” su particular rincón a orillas del Mediterráneo en el que su gerente, Fernando García Muñoz, (tal y como muestra una de las fotografías que acompañan a este reportaje), construyó para ellos una zona a la que se accedía por unos arcos ojivales tras los que se escondía una mediana estancia primorosamente decorada con motivos y adornos orientales, mesas y sillas bajas y cojines de mil colores. Para Esteban García, “en esos momentos para Benidorm el camping el “Hortet” fue todo un hito porque a su alrededor prácticamente no había nada y tuvo un éxito turístico sin parangón; apenas había pasado un año de su inauguración y en junio ya teníamos el cartel de completo, había alojadas más de 2.000 personas, el camping ya era famoso en toda Europa y en España”.
Años más tarde empezó realmente el “boom” del turismo en Benidorm y empezaron a llegar masivamente turistas sobre todo franceses, holandeses y alemanes.
Y un Molino de La Mancha
El Molino y la figura de Don Quijote de La Mancha estuvo desde sus inicios muy presente en el “Hortet”, de hecho en una de las principales calles del camping, según afirma García Torres, “mi padre, “el Nano”, construyó una réplica a escala real de un Molino de La Mancha con sus aspas y todos los elementos arquitectónicos que requería, lo hizo él sólo con sus manos, y también se alquilaba; los turistas hacían cola para poder pasar sus días de vacaciones el molino que tenía en la planta baja un pequeño saloncito, con una pequeña cocina, y en la segunda planta disponía de una habitación en la que se podían alojar de dos a cuatro personas”, -y apunta-, “si mi padre hubiera nacido en otro época hubiera sido un gran artista porque cincelaba cualquier tipo de material y le daba la forma que él quisiera. De hecho el camping lo hizo todo él. Cuando se acabaron de construir Las Terrazas y Las Arenas, Meseguer le indicó que se subiera a trabajar a ese bancal, como encargado, y le asignó una cuadrilla de obreros, entonces sólo estaba el viejo caserón, tal y como te la he descrito anteriormente, rodeado de bancales de olivos y algarrobos”.
Poco tiempo después, en ese gran bancal se construyó el camping “Hortet” que disponía de más 1.500 plazas para acampar. Estaba dividido en 600 parcelas de distintos metros: las más grandes eran para auto caravanas (aquello no se había visto todavía en Benidorm) y parcelas más pequeñas para tiendas de campaña.

Además contaba con la primera piscina semi olímpica que se construyó en Benidorm. “Como curiosidad destacar que antes de construir la piscina se pinchó un pozo (un manantial de agua interminable), que todavía existe, donde está el Edificio Shopping Center, que es el que ocupa ahora el espacio del antiguo camping “Hortet”, y con cuya agua se llenaba la piscina e, incluso, se vendían camiones de agua al distribuidor Orozco. También disponía de duchas y aseos para hombres y para mujeres, cableado eléctrico para las tiendas y auto caravanas; lavadero para la ropa; sala de televisión, un pequeño supermercado (en el que se vendía pan, leche, refrescos, aceite, vinos, zumos…lo básico para atender las necesidades primarias de los clientes porque alrededor no había nada y te tenías que desplazar hasta el centro del pueblo para poder comprar por caminos de piedra); cafetería; restaurante,…, -y puntualiza García Torres-, “toda la clientela venía en coche particular, no había intermediarios, luego ya, en los últimos años en los que el camping estuvo abierto se empezó a funcionar con agencias: dejaban allí 20 o 30 tiendas y nosotros se las montábamos y los turistas, entonces sí, llegaban en autobús, tras construirse las principales avenidas y viales de Benidorm”.

Esteban García recuerda aquellos años como “una de las mejores épocas de mi vida porque abarca mi niñez y mi juventud, ahora veo películas de los años sesenta de Benidorm y me recuerda a ese Benidorm “salvaje”, al proyecto turístico, al Benidorm extraordinario, en el que me crié y crecí; recuerdo que era el encargado de repartir el hielo por las mañanas a los clientes para que mantuviesen los productos frescos, o el pan y me daban de propina 50 o 100 pesetas, yo me quedaba mirándolos sorprendido, con ese dinero iba al cine, a comprarme chucherías y, ya más mayor, me compraba ropa, zapatos,…En el camping también se organizaban a menudo verbenas, con sangría, espectáculos, mi padre tocaba la guitarra, mi hermano Ñoño bailaba. Turistas y vecinos, principalmente porteros de la zona, que éramos como una gran familia, lo pasábamos muy bien todos juntos”. Y la que suscribe estas líneas da fe de ello porque entre esas familias: Richarte Villalba, Richarte Salazar, García Torres, Segarra Martínez, “Canisio”, “Mimoga”, “Caravana”…, me he criado yo y el camping “El Hortet” ha sido una de mis principales zona de juegos, junto a los jardines de Las Terrazas, Tor Maraya, Las Arenas o Los Ranchos y, por supuesto, la playa.
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