
Jaume Llorca Antón, nacido en Benidorm en 1940, estuvo durante 24 años, de 1954 a 1978, trabajando de repartidor en las calles de un pintoresco Benidorm de casas encaladas, amplias playas bañadas por cristalinas aguas del Mediterráneo, calles empedradas y avenidas sin asfaltar donde era más fácil llevar los pedidos de los establecimientos que se iban inaugurando durante esas décadas y que se encargaban de repartir los hijos de Francisco Llorca Devesa o “Jaume el del ví”: los hermanos Llorca Antón eran los encargados de llenar la furgoneta diariamente con los productos más demandados en la época, recorrerse las calles de la pequeña localidad costera, y descargarlos en las porterías de los apartamentos turísticos, de los incipientes hoteles, campings, bares o restaurantes,… Es la empresa familiar que introdujo marcas como Cruz Campo, La Casera o Coca Cola en Benidorm.
UN REPORTAJE DE BELÉN RICHARTE
“Al principio costó de vender porque el sabor de la Coca Cola resultaba extraño y la gente no estaba acostumbrada. Hay que decir que antes no tenía un sabor tan dulzón como el de ahora”, comenta Llorca. Esta semana hablo con uno de los primeros repartidores de Benidorm, en un tiempo en que este oficio no estaban sometido a la presión de la hora de carga y descarga, ni a las presiones de la policía.
Eran otros tiempos, echaban más horas que un reloj, domingos y festivos incluidos. “Al final hay que buscar un equilibrio porque que más quisieran los repartidores que tener un buen acceso y facilidad para aparcar; nosotros en ese aspecto fuimos afortunados y no tuvimos nunca ningún problema para llegar a los establecimientos ni con la policía, era otra época”, explica Jaume Llorca, repartidor y comerciante ahora jubilado.

Jaume Llorca Antón o “Jaime Puleva” (como también se le conoce) trabajó en la empresa familiar desde 1954 hasta 1978. Su padre, Jaume Llorca Devesa o “Jaume el del ví”, tenía una tienda de venta de bebidas en la Plaza Constitución (antiguamente llamada Plaza del Calpí), donde ahora está la Cava Aragonesa. “Hay una foto antigua de la plaza que muestra lo que antes era el hostal y, en la parte derecha, estaba la tienda de mi padre, con logos de La Casera. Todos los hermanos de mi padre tenían negocios en la Plaza Constitución, que era el punto de reunión de todo el pueblo, como el propio hostal o las carnicerías”.
Mayor turismo, mayor demanda
En 25 años Benidorm fue creciendo exponencialmente a ritmo acelerado y con él se fueron ampliando y desarrollando todos los sub sectores que dependen directa e indirectamente del turismo. Así lo explica Llorca: “Como el pueblo fue creciendo, en el año 1954 mi hermano Paco y yo empezamos el reparto de los productos que vendíamos en la tienda a bares, ultramarinos, campings, hoteles y apartamentos”, -y añade-, “antes, los conserjes de los apartamentos donde se alojaban los turistas, tenían su pequeño economato para la venta de los productos a su clientela, y como en aquellos tiempos eran escasos los ultramarinos, los conserjes y porteros de zonas como el Racó de l’Oix o La Cala se encargaban ellos mismos de vender a los turistas los productos que nos pedían a nosotros”.

El negocio lo llevaban los dos hermanos Llorca Antón: Paco era quien conducía y Jaume le acompañaba en el reparto y la venta de los productos, aunque éste último también se hacía cargo de la administración y gestión de la empresa. “Repartíamos por todo el pueblo, tanto en el centro como en lo que, en aquel momento, eran las afueras, -y continúa diciendo-, “en el Rincón de l’Oix íbamos a repartir a los campings y a algunos apartamentos que había allí; también íbamos a La Cala, incluso hasta la Torre de Morales, donde antes había una vivienda y el propietario tenía un pequeño bar al que le servíamos las bebidas”.
Por ello, y a medida que Benidorm crecía, se ampliaba la clientela de los hermanos Llorca Antón y también el ámbito geográfico de su negocio, de igual modo, los vehículos que empleaban los repartidores para llevar a buen puerto sus mercancías iba cambiando. “Al principio, todo ello lo hacíamos con un moto-carro marca ROA, que iba descubierto, luego tuvimos una furgoneta Alfa Romeo, que nos permitía cargar más mercancía y en la que íbamos más cómodos aunque, conforme se fue incrementando la demanda, tuvimos que comprar una furgoneta Mercedes, -y explica-, “esa furgoneta era la más práctica para entrar por todas las calles de Benidorm y por su buen diseño permitía acceder hasta la puerta de los establecimientos. La verdad es que esa fue mi furgoneta preferida”.
Las marcas de más prestigio
La edad de Jaume Llorca y su trabajo han ido en paralelo al crecimiento urbanístico de Benidorm y, por tanto, al boom del turismo, pero, a pesar de ello, subraya el comerciante ahora jubilado que “nosotros siempre hemos repartido prácticamente los mismos productos: fundamentalmente leche Puleva y El Prado, gaseosa La Casera, cerveza Cruz Campo, tónica Schweppes y aguas minerales, -aunque asegura-, “en alguna ocasión teníamos algún pedido de bebidas alcohólicas para bares, en aquella época no había tanta variedad de productos como ahora, ya que en la tienda teníamos algunos productos más, como vinos a granel, que, normalmente, no repartíamos”.

Jaume Llorca lleva con mucho orgullo el que la empresa familiar fuera la primera en introducir la Coca-Cola en Benidorm. “Te voy a contar una curiosidad especial. Mi padre fue un pionero y, en esa tienda, tuvo la concesión de marcas que ahora son muy conocidas pero que en aquel momento no lo eran tanto y que él introdujo por primera vez en Benidorm, -y subraya-, “en la empresa familiar fuimos los primeros en vender Cruz Campo, Casera, Coca Cola,…en Benidorm. Me contaba mi padre cómo la cerveza Cruz Campo la transportaban desde Sevilla a Alicante por barco en los años treinta y las cajas eran mucho más grandes que ahora, de 48 botellas, y con tapa; también la primera Coca Cola que se vendió en Benidorm la vendimos nosotros en esa tienda a finales de los años cincuenta. Al principio costó de vender porque el sabor de la Coca Cola resultaba extraño y la gente no estaba acostumbrada. Hay que decir que antes no tenía un sabor tan dulzón como el de ahora”.
Turistas nacionales, alemanes y británicos
Por ese orden. El primer segmento de mercado con el que contó Benidorm fue el alcoyano y a éste le siguió el madrileño, y por lo que respecta al mercado europeo el alemán fue nuestro primer turismo fiel y, décadas más tarde llegó el siempre querido y bienvenido mercado británico. Según Jaume Llorca, “cuando empecé a repartir los turistas principales de Benidorm eran, sobretodo, madrileños y algunas familias alcoyanas; luego, vinieron los alemanes a pasar el invierno y compraron muchas residencias en Benidorm y montaron bastantes negocios aquí como: el Hotel Europa, un supermercado en la Alameda self service de productos delicatessen, Motel California, Apartamentos Bahía en La Cala, Camping Benidorm, etcétera; después lo hicieron los británicos y se fue incrementado el número de turistas y, con ello, también el de residentes”. En todo caso, incide el comerciante, “no hubo gran diferencia en la compra de los productos que nosotros repartíamos entre los diferentes establecimientos al ser éstos productos básicos y de gran demanda entre todo tipo de clientela”.
Mucho más fácil circular
Ya me he referido líneas arriba que Benidorm creció exponencialmente en apenas 25 años y lo ha seguido haciendo de igual modo pero, además, de una manera ejemplar los años siguientes. Por ello, si ahora le preguntas a un repartidor jubilado si circular por las calles del Benidorm de aquellos años era más fácil que ahora, la respuesta es tajante: “Sin duda. Había muchos menos coches, más sitio para aparcar y podíamos circular por casi todas las calles, muchas de ellas estaban sin asfaltar cuando empezamos a repartir, como la avenida Mediterráneo, pero la movilidad en aquel momento era más sencilla que ahora. En verano se complicaba un poco porque se incrementaba la demanda y había más tráfico”, -y relata-, “ten en cuenta que nosotros repartíamos en auto-venta; es decir, los establecimientos no hacían un pedido previo, sino que llegábamos al comercio y nos hacían el pedido en ese momento y les descargábamos lo que necesitaban. El reparto lo hacíamos de lunes a sábado y teníamos que recorrer todos los establecimientos para ver las necesidades que tenían ese día, incluso algún domingo también repartíamos en algún hotel, lo que supone que estábamos todo el día recorriendo el pueblo”.
En la actualidad los repartidores que a diario me encuentro por las calles más céntricas de Benidorm van estresados, sujetos a los horarios de carga y descarga, el tráfico,… En tu caso, ¿también estabas sometido a tanta presión? “En aquella época no teníamos tanto presión como ahora, aunque en verano sí que teníamos bastante más trabajo, eso no ha cambiado. La mayor presión era nuestra por acabar pronto y poder volver a casa cuanto antes, ya que hacíamos jornadas muy largas. Estábamos fuera de casa desde las ocho de la mañana hasta las siete de la tarde, parando sólo a comer, aunque cuando venía el camión de suministro teníamos que levantarnos más temprano. Los repartidores de ahora sí que me comentan que su trabajo es más complicado porque tienen muchas dificultades para aparcar y la policía va siempre detrás de ellos buscando alguna escusa para sancionarles. Vivimos del turismo y sin el suministro de esos productos básicos no podríamos hacerlo. Al final hay que buscar un equilibrio porque que más quisieran los repartidores que tener un buen acceso y facilidad para aparcar. Nosotros en ese aspecto fuimos afortunados y no tuvimos nunca ningún problema para llegar a los establecimientos ni con la policía, era otra época”.
De repartidor a comerciante
Siempre he pensado que quien mejor conoce la calle, y con el término “calle” me refiero a éste en toda la amplia acepción de su significado, es el que se mueve por ella, el que vive de ella y Jaume Llorca ha estado toda su vida transitando y pisando la calle, como repartidor primero y como comerciante después. “En aquel momento, los productos que repartíamos eran prácticamente los mismos, con el tiempo fueron llegando empresas más grandes de distribución que provocaron la desaparición del pequeño comercio y los hoteles hicieron sus cooperativas, -y concluye diciendo-, “por eso, nosotros dejamos el reparto a finales de los años setenta, la tienda familiar se trasladó primero desde la Plaza Constitución a la calle Alt, donde estuvimos poco tiempo, y después a la calle Tomás Ortuño, al lado del hotel Las Vegas. Allí, seguí el negocio familiar, ya llevándolo yo solo, donde tuve una bodega hasta principios del 2000”. El pequeño pueblo marinero de casitas encaladas y amplias playas se había ido transformando y en esa transformación lo acompañaron, lo siguieron, en sus vidas y en sus negocios todos sus vecinos y vecinas.
Repartos actuales
Piensen que, hoy en día, en nuestra sociedad los repartidores son profesionales indispensables. ¿El motivo? El comercio online es un recurso cada vez más popular entre los consumidores. Y, para disfrutar de los productos adquiridos en nuestros hogares, se necesitan que haya una persona que se encargue de recogerlos en el almacén y llevarlos hasta sus casas.
No importa si se trata de la comida de un restaurante, de un ordenador portátil o de prendas de ropa. Prácticamente, todos los negocios que operan a través de internet cuentan con un equipo de mensajeros o, en su defecto, con una empresa de mensajería asociada que se encarga de la distribución. En Benidorm, en cualquier localidad de la comarca podemos verlos a diario aparcando donde pueden, con sus carretillas o a mano portando los encargos, sometidos a la presión de los horarios, del tráfico…son otros tiempos sí pero el trabajo no da tregua.
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