
PREMIO ACCESIT DEL CERTAMEN DE RELATOS ENRIC VALOR DE LA VALL DE GUADALEST
No será el amor quien nos libre de las guerras, las propias y las ajenas, porque, como el hombre no es un ser consciente, tampoco lo es el amor que en él late. Es, pues, la conciencia la que nos llevará a la plenitud.
Me pregunto cuál es la razón para que los colores se escondan en la luz, y de qué forma el agua los pone de relieve, tal y como sucede con la gota que contemplo colgada de la punta de la aguja del pino.
Cierro los ojos y la veo en espíritu, con todos los colores del espectro e, inexplicablemente, va tornándose dorada. Siento un delicioso cosquilleo en el vientre que empieza a liberarme de mí mismo…Debo representar, pues, las expresiones del alma en el lienzo. Lo quiero pintar. Y empiezo a visualizar el contenido esencial plasmado en su soporte físico.
Abro los ojos para tomar posición en la realidad cotidiana: a la espalda tengo el Mediterráneo, con todo su significado; a la derecha, la sierra de Xortà, con todas sus sugerencias; y al frente, el pino, el que la lluvia ha mojado esta noche. Y en la densidad de esta atmósfera vuelvo a cerrar los ojos y… La llama de la chimenea de mi infancia y de mi abuela también tiene colores. Los revivo. Son los mismos que acabo de ver en la gota de agua que cuelga de la hoja del pino, pero yo los recuerdo predominando el amarillo y el azul, y no avanzando hacia el dorado, como acabo de vivirlo ahora, sino, más bien, hacia el verde. ¿Por qué, entonces se volvía verde y ahora dorado? Lo que sí entiendo es por qué el espectro también estaba presente en el fuego de aquel hogar: el oxígeno de la atmósfera siempre lleva agua. Y es a estos dos elementos tan opuestos, como a la vez, tan complementarios, a los que debo agradecer esta experiencia de poder salir de mí, liberado un instante de la materia del cuerpo; reencontrándome como un compuesto de energía, potencialmente consciente. Esa energía que de regreso, se condensará haciendo posible de nuevo la densidad y su realidad.
Definitivamente, me siento espectro luminoso. Me siento ser cromático que, de acuerdo al grado de inclinación hacia el estado transparente de pureza, de intención, y de intensidad en la luz y en el agua, muestra una u otra predominancia de color. Y es por eso que, en mi infancia, como todo, como la espiga, por ejemplo, me encontraba en el estado verde de mi inmadurez, y así lo veía, proyectado y reflejado en el fuego de la chimenea de mi abuela. Mientras que ahora, con el paso del tiempo, de la erosión de la vida, y con todo lo que constituye el bagaje que ha conformado mi yo, he acabado poseyendo el matiz áureo de esta madurez donde me reconozco espectro, luz y agua: yo, el arco Iris.
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