Caperucita contra los trastornados

Aunque de vez en cuando intento no resignarme del todo, cada vez me cuesta más autoconvencerme de que no he caído en un bucle del cual no encuentro salida.

Leopoldo Bernabeu.- Es cierto que hace ya tiempo decidí hacer lo que más me gusta, escribir y comunicar, exclusivamente para satisfacer una necesidad vital, descartando lo que durante 30 años había sido el verdadero leitmotiv, intentar cambiar algo a través de mis trabajos. Y si no cambiar, sí al menos movilizar opiniones. No niego que lo haya conseguido en alguna ocasión, pero vista la perspectiva de deriva absoluta social hacia la que vamos de cabeza y sin frenos, entiendo que ni yo ni nadie, incluyendo los periodistas más influyentes de este país, ha conseguido absolutamente nada en los últimos muchos años. Bueno sí, que cada vez se lea menos e interese a casi nadie lo que se dice o se escribe en los medios de comunicación.

Conclusión, sólo la combinación de educación y tiempo, mucho tiempo, podrá hacer que la situación se enderece. Y en esos ámbitos poco puedo aportar ya. Me resigno impotente a certificar el fallecimiento de la presente educación en las generaciones venideras, viendo no sólo la forma de actuar de la clase política con respecto a la misma, sino la autoridad de aquellos que ostentan el testigo que ha de servir de enlace entre alumnos y cursos, con un profesorado que, salvando honradas excepciones, da más miedo que el propio chiquillerío. Y en cuanto al tiempo, pues ya lo ves si en alguna ocasión me has seguido, he decidido vivirlo y dedicarme al completo todo el porcentaje que logre alcanzar. Mis granitos de arena ya se pusieron.

Sólo desde el encuentro de la complacencia en la resignación, tarea arto complicada de alcanzar, podría vivir en paz para poder explicarme, sin reventar, como es posible haber llegado a la inmoralidad e indecencia de tener que escuchar a una mojigata, cuyo currículum cabría en un pósit, permitirse la licencia de insultar, con el beneplácito de todo un Presidente de Gobierno, a un empresario que da trabajo a casi 100.000 empleados en España, con una nómina media superior en un 30 % al salario mínimo y una conciliación familiar como no hay en la mayoría de empresas, siendo esa señorita nada menos que Ministra de mi país.

Resulta tan increíble que la paradoja se convierte en realidad y la ficción se queda en paños menores.

Y como dar crédito a leer y escuchar que 47 policías nacionales que nos defendieron a todos los españoles hace cinco años ante el intento de golpe de Estado de unos iluminados en Cataluña, son hoy procesados en un banquillo, mientras esos mismos delincuentes duermen plácidamente en sus casas indultados por la ignominia de un Gobierno traidor y vendido, a la par que la abogacía del Estado, esa que ha perdido la decencia por completo poniéndose al servicio del mejor flautista de Hamelin que ha parido nuestra defectuosa democracia, pide que se les rebaje todavía más las condenas para que estos muchachotes se puedan seguir pavoneando de todos volviéndose a presentar a una elecciones… Siempre hemos escuchado que el poder crea adicción y que por alcanzarlo se hace cualquier cosa, incluyendo en el catálogo la venta de tu propio país. Hoy lo constatamos.

Estarás preguntándote porque lo escribo si he dicho que mi resignación es total y mi convencimiento sobre el cambio, es nulo. Necesidad vital, es la única forma de desahogarme, de sacármelo de dentro y poder respirar. Me proporciona el mismo efecto que a ti una ducha de agua caliente con mucho jabón. Más si cabe, cuando veo que, el único político que en estos momentos ostenta la posibilidad de darle la vuelta a este despropósito, un diluido Núñez Feijóo, presenta como principal arma de combate convencer al amigo Sánchez de la necesidad de que gobierne la lista más votada. No sé si está de cachondeo, ha perdido el juicio o es un infiltrado del propio Sánchez en la dirección del Partido Popular. Todavía hay quien se pregunta porque hay que votar a Vox. Sencillo, aunque no tienen experiencia de gestión, no es esa la medicina que en este momento tan crítico necesita España, sino alguien a quien quede algo de sentido común.

Quizás no tenga nada que ver, pero cuando descubro que el número de suicidios en España es cada año más elevado, me pregunto cuanto tendrá que ver con el panorama y la situación que vivimos.

Un país que se ha vuelto loco, que ha elegido a los más trastornados para que lo dirijan y que como principal defensor tiene a Caperucita y de portavoces a los 7 enanitos, cada vez extrañan menos muchas de las cosas que pasan.

Disfruten lo votado.