Entrevista a Ignacio Santos Orejón

Manchego de nacimiento, casi cuarenta años en Benidorm

P: Ignacio, ¿de dónde eres y qué hacías en tu pueblo hasta tu llegada a Benidorm? Infancia, estudios, trabajos…

R: Soy de La Solana (Ciudad Real), el pueblo de las hoces y de las botas de vino, entre otras cosas. En mi pueblo cursé los estudios primarios hasta obtener el certificado. Después me dediqué al campo, para ayudar a mi padre y hermanos. Tengo cinco hermanos, que se han dedicado siempre al campo, a la agricultura; y todo lo que ganábamos lo invertíamos en comprar más tierras, de tal manera que empezamos con 10 hectáreas y en el momento actual tenemos más de 200. Mi hermana se dedicó siempre a la casa, sobre todo desde que faltó mi madre con tan solo 47 años de edad. A mí me gustaba el campo y lo hacía bastante bien; manejaba los tractores y las cosechadoras con suma facilidad. A los 26 años me marché a Barcelona, para cambiar de aires; allí trabajé unos 13 años en una fábrica de textil hasta que sobrevinieron problemas sindicales; entonces volví al pueblo y continué en el campo durante tres años más.

P: Ignacio: ¿Cuándo llegaste a Benidorm? ¿En qué has trabajado? ¿Te ha ido bien?

R: En una ocasión vine de vacaciones a Benidorm; me gustó el ambiente y decidí quedarme para el resto de mi vida en esta ciudad. Llegué con 42 años y acabo de cumplir 76. Por lo tanto, llevo viviendo y trabajando aquí 34 años. Primero trabajé en la cafería Mamunia, como camarero, después en la empresa de electricidad Gascón; más adelante en los hoteles Los Pelícanos y Las Ocas, donde empecé raspando la pintura de los ventanales, algo que me pagaban bien. Por entonces venía una empresa de Valencia a pulir suelos; me ofrecí para hacerlo yo, previo un cursillo de un mes en Madrid. A partir de ese momento, tuve mi propia empresa de pulidor, con maquinaria especializada y algunos empleados. Después de trabajar durante 34 años, cuando me jubilé, puse la empresa a nombre de mi mujer. Finalmente, vendí la maquinaria y cerré la empresa. Debo confesar que eran buenos tiempos para ejercer mi trabajo y he ganado mucho dinero.

P: ¿Cuáles han sido y son tus aficiones principales?

R: Lo que más me ha gustado siempre es relacionarme con la gente, sobre todo con mujeres, no hay por qué negarlo. Tanto es así que me mantuve soltero hasta los 50 años; pero he llegado a tiempo: tengo una hija de 22 años, que estudia en Valencia. Actualmente, paseo en bicicleta y me dedico a los trabajos manuales. También me ha gustado siempre cocinar. En mi pueblo nunca tuve novia formal; pretendí a varias mujeres, que me rechazaron; por el contrario, algunas iban detrás de mí. Mi idea era casarme con una de mi pueblo, a ser posible con capital parecido al mío, con objeto de juntar las tierras de los dos y dedicarme siempre al campo. Pero la cosa no derivó de esa manera. Por cierto, salvo unos guateques en un Centro de acción católica, muy vigilados por el cura, no teníamos mucha relación con chicas (para darles un furtivo beso había que apagar la luz durante unos segundos). Algo curioso, típico de mi pueblo: cuando pretendíamos a una chica, era costumbre decirle al pie de la ventana: Enamoradico vengo del árbol del Paraíso; vengo a que me des el sí, si no tienes compromiso. Las chicas solían responder: El sí yo no te lo doy, yo no te lo puedo dar; ven otro día por la noche, que lo tengo que pensar. ¿Qué te parece?

P: A ver, háblame ahora de tus trabajos manuales.

R: Pues empecé con ellos cuando me jubilé, hace unos doce años. Recogía ramas secas de árboles, restos de materiales de la construcción, frutos de árboles, ropa vieja, maderas, trozos de hierro, cemento y hasta huesos de pollo y similares: todo lo que caía en mi mano. Soy bastante ingenioso y, con todo eso, he fabricado un burro de esparto, figuras de campesinos, la marabunta (una mujer), el hombre de la chaqueta, una patera con inmigrantes e infinidad de estructuras que simulan dragones, pájaros, y un largo etcétera; a las figuras les pongo ojos, collares…. La lástima es que no sé pintar para dar color a todas las figuras. Una colección digna de exhibir públicamente; pero poca gente la conoce. Además, de mi pueblo he traído un arado, colleras de las mulas, un yugo de madera; con ello he formado un pequeño museo de agricultura.

P: ¿Te has integrado fácilmente al pueblo de Benidorm, a sus costumbres y tradiciones?

R: Creo que sí. Por mi profesión he tenido mucha relación con directores de hotel, con gobernantas, camareras… Mucha gente me conoce y yo conozco a mucha gente.  Respecto a las tradiciones de Benidorm, las respeto y admiro, aunque no participo de ellas, nunca llegué a aprender valenciano, lo cual nunca ha sido inconveniente alguno, pues los naturales de Benidorm son acogedores y me han hablado siempre en la lengua que era más idónea para la comunicación.

P: ¿Sientes nostalgia de tu pueblo natal? ¿Vas mucho por allí?

R: Hombre, claro: es mi pueblo. Voy casi todos los años para las Fiestas. Mis hermanos también han venido por aquí alguna vez.

P: ¿Cómo has vivido la evolución de Benidorm desde que llegaste hasta la actualidad?

R: He vivido la progresiva prosperidad de esta ciudad. He visto una evolución continua. Yo vivo en la Finca Barrina; hace 30 años había un solo carril en dirección a La Nucía; y pasaba un coche de vez en cuando; ahora hay dos carriles en cada sentido y los coches no paran de fluir. El Parque de L’Aiguera no existía; era una rambla sucia y descuidada; y así sucesivamente. Creo que todo va bien.

P: ¿Has estado alguna vez metido en política? ¿Y en el mundo de la fiesta?

R: En política, nunca. En actividades festeras, únicamente he sido socio de la Casa de Castilla La Mancha. Y, desde hace 10 años estoy en la Asociación Manchega Tramontana, donde participo como espectador de todas sus actividades: teatros, conciertos, exposiciones de pintura, convivencias gastronómicas, etc. Estar en una asociación siempre enriquece a la persona, ya que propicia la comunicación con gente afín a tus gustos. A mí me ha ido bastante bien.

P: ¿Qué harías, si estuviera en tu mano, para mejorar la ciudad de Benidorm, en todos los aspectos?

R: Con esta pregunta me has cogido de sorpresa; no sé qué contestar. Creo que Benidorm progresa adecuadamente, como dicen en los colegios. Tiene de todo lo necesario para satisfacer a naturales y foráneos.

P: ¿Alguna anécdota, alguna experiencia digna de contar?

R: Muchas. Recuerdo que una vez, en Madrid, nos presentamos un amigo y yo para trabajar como artistas; después de la entrevista, nunca más nos llamaron. En otra ocasión, fui a un Centro de Estética, en Barcelona, para que me trataran la alopecia (tenía 27 años); el director del establecimiento era calvo como una cebolla; me presentó a unos clientes, ya tratados, y no tuve más remedio que declarar que les habían hecho una chapuza. Me fui y me ahorré 600.000 pesetas. También resultó gracioso una anécdota en Los Pelícanos (Benidorm); me faltaba un oficial, no aparecía por ninguna parte, hasta que me di cuenta de que había entrado en una cámara frigorífica para comer; lo encerré durante dos horas como castigo; el pobre lloraba de frío y desconsuelo. Me ocurrieron más aventuras, sobre todo con extranjeras, en los hoteles, porque yo era muy ligón, pero no es sitio para contarlas.

P: Gracias por tus declaraciones, Ignacio. Que sigas tan bien como ahora te estoy viendo.

R: Igualmente, Manuel.