
A sus 80 años, Milagros Santamaría Llinares, natural de Relleu, una de las primeras mujeres cocinera de Benidorm, nos narra cómo fueron sus inicios dentro del mundo de la hostelería al que llegó en la década de los años setenta, en una época en la que la localidad estaba inmersa en pleno boom turístico y en la que emergían restaurantes de, como se llama en el argot, alta restauración. como el internacionalmente conocido Restaurante Tiffanny´s, en el que Milagros comenzó su andadura profesional como pinche de cocina para acabar siendo una de las primeras mujeres cocineras de la ciudad de los rascacielos. Ésta es la historia historia de una de las pioneras en este sacrificado sector de la hostelería con las luces y las sombras que acarrea una vida entre fogones y una familia “de la que había que llevar hacia delante”.
UN REPORTAJE DE BELÉN RICHARTE
Treinta y cinco años, que se dice pronto, entre los fogones del emblemático Restaurante Tiffanny’s, que abría sus puertas a las 19:00 h., y las cerraba pasadas a las doce de la noche. Esa era la jornada laboral de Milagros Santamaría Llinares, natural de Relleu, entre los fogones de tan emblemático y lujoso establecimiento, aunque realmente esa era su segunda jornada laboral, la primera la iniciaba cada día a primera hora organizando su casa, su familia, su marido e hijos adelante…, y, cuando ya había realizado todas las tareas domésticas, entonces bajaba al restaurante, a las cinco de la tarde, se enfundaba el correspondiente uniforme y entraba en la otra cocina: la del restaurante. Así ha sido la vida de Milagros Santamaría y así sigue siendo la vida para muchas mujeres que trabajan en las cocinas de los numerosos restaurantes abiertos en Benidorm. Un mundo, el de la hostelería, un sector, el de la cocina en el que, mayoritariamente, los nombres más reconocidos a nivel mundial son de cocineros, y en el que gracias al esfuerzo y dedicación de mujeres como Milagros, una de las pioneras el sector, el organigrama dentro de éste se va igualando aunque todavía, como veremos a los largo de este reportaje, hay una brecha abierta difícil de cerrar: la conciliación de la vida familiar con la laboral.

Milagros en la actualidad tiene 80 años, aunque todavía conserva en sus rasgos la belleza que no hace tanto tiempo afloraba en su rostro. Nacida en Relleu, un precioso pueblo de montaña, del interior de la comarca, donde dice aún conservar “a mucha familia, a la que quiero y voy a visitar a menudo; también mis padres están enterrados en el cementerio de allí, por lo que es cita obligada acudir en las vísperas de Todos los Santos”.
Esta gran mujer (las y los que la conocemos sabemos que es una gran mujer y una gran persona) se crió en el seno de una familia numerosa y humilde, en la que muy pronto faltó la madre. “Éramos siete hermanos, de una familia muy humilde, en la que sólo dos éramos chicas. Siempre ayudaba en la casa, mi madre estaba enferma del corazón y era asmática, pero preparaba la comida para los hombres que trabajaban en el campo, y yo les llevaba “el recapte” con lo que mi madre había preparado”, recuerda.
La temprana muerte de su madre, con apenas 53 años, hizo que Milagros tuviera que asumir su rol y cuando apenas era una niña ya se ocupaba de realizar las tareas domésticas: “ La casa, la ropa, y la comida”, -y explica-, “lo que me permitió saber leer y escribir fue gracias a un maestro que venía a casa, dos o tres veces a la semana, y nos enseñaba lo básico”.

Milagros recuerda ese tiempo, en plena post guerra, y afirma que “la vida era dura, cocinando para todos, con muy pocos medios; con lo que había en el campo nos teníamos que apañar (creo que ahí empezaron mis dotes culinarias: por obligación, con poco teníamos que comer muchos), -y señala-, “también en alguna ocasión, mi padre se iba al pueblo vecino de Sella y cambiaba lo que teníamos en ese momento aceite, almendras, etcétera, por otros alimentos que escaseaban en casa. ¡ Y, con eso, nos apañábamos como podíamos ! La octagenaria rememora “las tardes en las que bajaba al lavadero, cuando las mujeres aprovechábamos para hablar, o con una peseta ir a la tienda a comprar un puñadito de azúcar, de alubias o arroz”.
Antes los noviazgos se establecían casi desde niños y había que pasar por varias etapas antes de llegar al altar. Milagros esperó a que su novio regresara de la mili, para casarse. “Nos casamos muy jovencitos y él empezó a bajar a Benidorm a trabajar; mientras, hombres de Villajoyosa subían “les xarxes” al pueblo y allí nos juntábamos varias mujeres a tejer las redes para la pesca; también hubo temporadas donde hacíamos “rafia” para zapatos.
La familia se traslada a Benidorm
Era la época de los sesenta cuando nacieron los dos primeros hijos de Milagros en Relleu, “pero se hacía duro que mi marido estuviera en Benidorm trabajando y nosotros en el pueblo, -y cuenta- “al principio yo bajaba las temporadas de verano a un chalet que había al lado del Restaurante El Cachirulo en la Playa de Levante, en el que era la encargada de alquilar pisos, limpiarlos, etcétera, pero ya en los años sesenta decidimos bajarnos aquí, mi marido encontró trabajo de portero en los Apartamentos Zafiro y yo le ayudaba en la portería o en los cambios de apartamentos”.

Milagros, una vez asumido el rol de hermana mayor tras el fallecimiento de su madre no dudó en que se trasladaran con ellos a Benidorm “mi hermano pequeño, del que tuve que hacerme cargo, y mi padre que era ya mayor”, -y apunta-, “vivíamos de alquiler en un piso en el Rincón de Loix y allí fue donde nació mi hija pequeña Cristina, una gran alegría para toda la familia pero, a la vez, una gran sorpresa porque teniendo una niña de 17 y un niño de 11 años, no esperábamos más hijos”.
A los cinco o seis meses de nacer la más pequeña de la familia, “los porteros del edificio donde vivíamos me comentaron que el Restaurante Tiffanny´s, estaba buscando una chica para fregar los platos, me lo pensé mucho, puesto que Cristina era pequeña, pero con la ayuda de mi marido (que trabajaba de servicios técnicos en un hotel por la mañana) y mi hija mayor que ya tenía 18 años, decidí dar un paso hacia delante y lanzarme a trabajar en una jornada más estable”, señala Milagros.
Conciliación vida familiar y laboral
El Restaurante Tiffanny’s, como ya desvela su propio nombre, era un restaurante de los llamados de “alta restauración”, de los más glamourosos de su tiempo. Milagros Santamaría recuerda así aquellos años: “El restaurante era de gran categoría, que sólo servía cenas, por lo que ahora no sé ni cómo lo hacía; me levantaba, organizaba mi casa, los niños, la comida para todos ,y cuando acababa de comer y recoger, me iba al restaurante a empezar mi jornada laboral que era de cinco de la tarde a doce de la madrugada.¡ Imaginaros el trabajo, era como doble jornada laboral, de día en casa y las tardes/noches en el trabajo, fue muy duro pero lo recuerdo como la etapa más bonita de mi vida” !

Para la cocinera todo lo compensaban “los grandes compañeros que tenía, a los que recuerdo como una gran familia, habían camareros muy jovencitos que para mí eran mis hijos, cenábamos a las siete de la tarde y allí hablábamos de todo, era nuestro ratito, éramos todos una piña y nos ayudábamos mucho”, -y continúa diciendo-, “allí fue donde lo aprendí todo, tened en cuenta que empecé limpiando platos, para pasar a pinche de cocina y acabe siendo cocinera de uno de los restaurantes más lujosos del momento”. Aún recuerda “el estrés cuando debíamos elaborar el menú de Nochevieja, el de San Valentín o cuando algún famoso nos llamaba para que cerráramos el restaurante porque querían intimidad”.
Al Restaurante Tiffanny’s le llovían los premios por su buen hacer gastronómico, el más reconocido, “la Chaíne de Rotisseurs”, que lo otorga una de las más reconocidas asociaciones internacionales de gastronomía existente en más de 80 países. Milagros sabe lo que es hacer un programa de cocina porque asegura que “también grabamos en directo programas de cocina en el Castillo de Benidorm para Canal 9 y TVE”.
Tiffanny’s y Vicente Sabater
Quienes lo conocimos sabemos del buen hacer y talante de Vicente Sabater Gomis y lo celoso que era en cuanto a que en su restaurante Tiffanny’s funcionara todo el engranaje a la perfección y se cuidara hasta el más mínimo detalle. En establecimientos de esta categoría la prioridad viene establecida por el orden, la limpieza, la materia prima (que él mismo se encargaba de comprar en distintas lonjas y mercados de la provincia), el mimo a la clientela, la elaboración, presentación y degustación de los platos que se conjugaba con un exquisito ambiente del que gozaban todos los sentidos. Lo sé porque en varias ocasiones me entrevisté con un entregado Vicente Sabater a quien su amor y devoción por la alta cocina lo llevaron a alcanzar los más reconocidos premios de la época.
En este sentido, Milagros Satamaría subraya que su amistad con Vicente Sabater “duró siempre, era una gran persona, que siempre cuidó bien del personal, y en especial de mí, era el alma máter del restaurante, los clientes venían buscándole, él los recibía con la gracia especial que le caracterizaba a la hora de darles la bienvenida, -e incide-, “está claro que la gente venía porque la carta era buena y con platos muy mimados y cuidados, pero él le daba la chispa y el toque de alegría que gustaba a la clientela”.
El Tiffany’s de los famosos
La cocinera del Tiffanny’s no quiere dejar pasar la ocasión sin destacar “lo exquisito que era el restaurante para aquella época, con un pequeño salón que recibía a los clientes antes de entrar a cenar con una copita de cava o una flor, con su moqueta roja y con una pianista en directo que amenizaba las cenas, con la que todavía conservo una bonita amistad, al igual que con algún camarero que empezó como un niño y acabo siendo un gran maître, y con el que todavía guardo una bonita relación”.
Eran tiempos en los que los famosos y famosas de la prensa rosa, y de otros/-as de mayor relevancia social pero menor interés para ese gremio de la “canallesca”, veraneaban o pasaban unos días de asueto en Benidorm y, entonces, ¡ cómo no ! , la visita a Tiffanny’s era obligada. “Teníamos clientes frecuentes que nos visitaban y ya sabíamos hasta lo que cenaban. Dueños de otros restaurantes conocidos que, al cerrar sus establecimientos, venían allí, famosos como Luis Miguel, Lola Flores, Paloma San Basilio, Bárbara Rey, etcétera, cada vez que venía alguno Vicente se hacía una foto y allí las colgaba, orgulloso de que hubieran venido a su restaurante”.
La cocinera del Tiffanny’s revive, con el transcurrir del tiempo, “la vergüenza que nos hacía pasar Vicente cuando nos hacía salir al personal de cocina al comedor para que nos aplaudieran porque les había gustado la cena e, incluso, se hacían fotos con nosotros, teníamos una clientela exquisita, pero muy agradecida”.
Como anteriormente ha explicado Milagros Santamaría Llinares, “fueron años en los que trabajé mucho por mi doble condición de llevar por la mañana una casa y una familia y por la tarde ser cocinera de uno de los mejores restaurantes de Benidorm, pero me siento muy orgullosa de haber sido autodidacta y de haber tenido buenos compañeros cocineros que me enseñaron todo y que gracias a ellos fui avanzando. Fueron más de 30 años de dedicación a un restaurante que era mi casa”.
Ahora, ya jubilada, “me pregunto cómo era capaz de llevarlo todo para adelante, pero me siento orgullosa de ello, nunca se me han caído los anillos y he intentado llevarlo todo bien: familia, trabajo de casa, trabajo fuera…, aunque he de decir que también he sufrido en algunos momentos”. Recuerdos, memoria y Milagros emocionada al recordar que alguna lágrima le brotaba en los ojos, sobretodo, “cuando oía a la banda de música de la falla con la que mi marido, mi hija y mis amigos pasaban desfilando; yo salía a la puerta de la cocina a saludarles porque por mi horario no podía participar en prácticamente nada; o cuando en Nochevieja dábamos las cenas y, cuando ya estaba todo recogido para que en el restaurante empezara el cotillón, venía mi marido o mi hija a por mí corriendo para llegar a comerse las uvas conmigo”.

Es lo que tiene la hostelería y las que procedemos del gremio sabemos que cuanta más fiesta haya más trabajo, afortunadamente, también hay, y que muchos momentos, en familia o de tiempo libre con los amigos y amigas, se pierden o se posponen. Pero es lo que requiere este tipo de trabajo y sólo quien de él viven o ha trabajado en el sector lo sabe bien. Y Milagros, cuyo nombre le viene que ni al pelo, también sufría “cuando mi marido iba siempre solo a las cenas o a las reuniones de fallas porque los fines de semana era cuando yo más trabajaba, de broma, siempre me decía que la gente pensaba que era viudo”, – y concluye diciendo-, “refiero esto porque creo que hay que valorar más el trabajo de la hostelería, los camareros/-as, cocineros/-as, pinches,…, renuncian a muchas horas de estar con su familia y a muchos momentos de su vida importantes, por lo que creo que se les debería poner mucho más en valor y respetarlos siempre al máximo; aunque para mí, siempre lo digo, el restaurante era una gran familia, los que allí trabajábamos teníamos una relación especial y con Vicente también compartimos muy buenos momentos”.
Ni madre ni hija han tenido ningún inconveniente en que las cite, la recompensa a tantas horas de trabajo, a tanto sacrificio, a tantas lágrimas tras una longeva vida, la de Milagros Santamaría Llinares que se remonta a los años cuarenta, cuando las mujeres iban a llevar de comer a sus hijos o sus maridos trabajadores del campo o cuando se reunían en torno a un lavadero de pueblo para hacer la colada de la semana y contarse sus cosas, la recompensa a tanta lucha y esfuerzo la trajo el azar cuando nació su hija pequeña, a la que no esperaban, y a la que tantas horas creé Milagros que le restó de pasar juntas por su trabajo de cocinera: digna sucesora de su madre, de la que dice sentirse muy orgullosa, Cristina Escoda Santamaría es esa niña que hace tiempo se hizo mujer y que ahora le devuelve el testigo a su madre al haberse convertido en fechas recientes en una pionera también, en este caso al ser la primera mujer socialista en encabezar la lista de este partido en unas elecciones municipales en Benidorm, que se celebrarán, como todos ustedes ya saben, el próximo mes de mayo. ¡ Como dice el dicho: de tal palo, tal astilla ! Enhorabuena familia.
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