
Esta semana el amigo Palazón entrevista a un histórico del izquierdismo como es Luis Rus
P: Luis, ¿me puedes hablar en primer lugar de tus orígenes, tu infancia, tus estudios?
R: Soy de Linares (Jaén); allí pasé mis primeros once años, en la escuela primaria. De los 11 a los 18 estuve interno en un colegio de jesuitas, en Úbeda. Mi madre quería que mi hiciera cura, pero yo no tenía vocación; así que, a pesar del disgusto que le di, a los 18 años me fui a Barcelona con mi hermana, donde empecé a trabajar en la hostelería. Trabajé como camarero en Monserrat, en Calella, en La Molina…
P: ¿Cuándo llegaste a Benidorm? Háblame de tu trayectoria profesional.
R: Llegué a Benidorm en 1970, con veinte años, buscando nuevos horizontes. Después de trabajar un par de años en el hotel Jazmín (que luego se llamó Las garzas) me fui a la mili; cuando volví, trabajé en el Hotel Rosamar, como jefe del sector, hasta el año 1981. Allí protagonicé la primera huelga en la hostelería, lo cual me llevó a que me incluyeran en una lista negra que me impedía trabajar en esta ciudad (tuve que emigrar: mi siguiente destino fue Menorca). En 1976 ingresé en el recién legalizado Partido Comunista y me sindiqué en Comisiones Obreras; y en esas dos asociaciones continúo. A la edad de 33 años, no conforme con la rutina de la hostelería, me hice camionero: llevaba a todas partes productos de la huerta, y de regreso, unas veces venía de vacío y otras transportando hierro, herramientas y otros materiales. Con la empresa David, al principio, y con la de Perea, en San Bartolomé de Orihuela, después. Y así hasta mi jubilación (prejubilación a las 60 años y jubilación plena a los 65).
P: ¿Y la trayectoria política?

R: Como he dicho más arriba, siempre he estado en el Partido Comunista. Me he relacionado con mucha gente y todos me conocían por “El Linares” y “El Rus”. No he cesado de ser un activista, informando a los afiliados de sus derechos, por ejemplo. Recuerdo que, cuando el golpe de Estado del 23-F, fuimos unos cuantos a la sede de Comisiones Obreras para esconder las fichas de los afiliados; nunca se sabía lo que podía pasar en aquellos momentos.
P: ¿Cómo has visto la integración de los emigrantes con los naturales de Benidorm?

R: Estupenda. Tanto por parte de los que llegábamos como de los naturales de esta ciudad. En mi caso, soy bastante conocido y nunca he tenido problemas con nadie.
P: ¿Aficiones, actividades en tu tiempo de ocio?
R: Durante mi vida laboral, no muchas; siempre estaba trabajando o con la familia: esposa, hija y nieto. Desde que me he jubilado, dedico tiempo a andar y a estar al día de las noticias políticas, procedentes de diferentes medios, pues a veces varían de un medio a otro; como ves, activista hasta el final; no tanto como antes, claro está.
P: Reconocimientos, homenajes…
R: Nada de todo eso, ni en el trabajo ni en la política. Sí recuerdo que, ya jubilado, me encontré en el aeropuerto con tres directivos de la empresa Perea y me prodigaron un fuerte y caluroso abrazo, en recuerdo de los años que estuve con ellos. Este tipo de cosas gratifican a cualquiera.
P: ¿Qué le falta a Benidorm? ¿Qué se podría hacer para mejorar la calidad de vida en esta ciudad?
R: Creo que Benidorm lo tiene casi todo. El turismo no hace falta promocionarlo más (eso sí, mantenerlo) pues la gente siempre vendrá a Benidorm. En otro orden de cosas, quizá faltan más parques en condiciones para los más pequeños, y más conciertos populares para la gente mayor. Y no estaría de más que planificaran mejor las direcciones de las calles; yo vivo por la zona de Els Tolls y los Playmon, por ejemplo; desde que han trabajado por allí, han dejado el barrio peor que estaba. Lo que también observo es que, en las Fiestas Mayores Patronales, como no seas festero, no participas plenamente de las mismas. Últimamente me he hecho socio de Tramontana, donde tengo buenos amigos, y asisto a sus reuniones, fiestas gastronómicas, teatros, conciertos, etc.
P: ¿Algo más que añadir? ¿Alguna anécdota digna de mención?

R: Siempre hay algo que contar. Recuerdo que en 1974 me hice novio de la que hoy es mi mujer; ella tenía 16 años; cuando se enteró su madre, la obligó a marcharse al pueblo. Entonces, yo, ni corto ni perezoso, algún tiempo después, me presenté por sorpresa en el pueblo, en casa de sus padres, y tengo que decir que me acogieron estupendamente; y hasta ahora.
P: Pues gracias por tus declaraciones, Luis, y que sigas tan bien de salud como te veo ahora mismo.
R: Gracias a ti, Palazón.
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