La nobleza de Benidorm: de Grandes de España al Crimen de Los Galindos

Benidorm, antigua

En Benidorm tiras del hilo de una historia que te ha llamado la atención, buceas un poco en ese mundo fascinante de la Historia local y perfectamente te puedes encontrar con una novela historiada que parte de finales del s. XVII y llega a nuestros días. Eso es lo que me ha pasado con doña Ana Agapita de Valda y Texeiro, condesa de Montealegre, Marquesa de Albudeite, Grande España y Señora prácticamente de toda la comarca, entre otros grandes títulos. En su casa de Benidorm pasó uno de los momentos más importantes y convulsos de la Historia de España: la Guerra de la Independencia y la posterior creación de las Cortes de Cádiz, que en 1811 aprobó el Decreto de la Abolición de los Señoríos. Una historia apasionante de una mujer aristócrata -dama de la Reina María Cristina Dos Sicilias, esposa de Fernando VII-, que los momentos más duros de su vida se refugió en su casa de Benidorm mientras su mundo, el del Antiguo Régimen, se desmoronaba ante sus pies ante el imparable río de la libertad que para muchos supuso la Constitución de 1812.

UN REPORTAJE DE BELÉN RICHARTE

Francisco de Paula Bernuy y Valda Conde de Benamejí pertenecía la nobleza de Benidorm pero amplió sus títulos por su casamiento con su prima Doña Ana Agapita de Valda Texeiro y Rocafull, Condesa de Montealegre, Marquesa de Albudeite, hija del Marqués de Valparaíso, grande de España, señora de las Casas de Andia e Irarrazábal, Ceutí, y de Benidorm, Polop, La Nucía, Chirles, y tantos otros sitio. Una gran mujer, apuntan las crónicas. “La señora vive en Madrid normalmente, pero tiene casa en Benidorm junto al horno de la puerta de la Iglesia. Su padre y su marido pertenecen a la Guardia de Corps del Rey; ademas Francisco de Paula es teniente general de los Reales Ejércitos, director del Real Cuerpo de Guardias de Corps, Gran Cruz de Carlos III y de Isabel la Católica, Grande de España -y añadiría su mujer-, fiel servidor nuestro Rey Don Fernando VII, que ayer mismo día 30 fue su santo… espero que San Fernando le ilumine, ya saben que el pobre apenas tiene unos veinte añitos, y que es rey desde hace apenas unos 40 días”*.

La bella Ana Agapita, que se crió en la corte de Fernando VII y fue dama de la Reina María Cristina de las Dos Sicilias, nació el 4 de marzo de 1785 en Madrid y estaba acostumbrada a las intrigas de una vida en palacio en el que las conspiraciones, traiciones y mentiras era el clima que embarga a una Corte y una época histórica convulsa en España, que fue ocupada y en la que pronto se oirían ruidos de sables.

Vista General Benidorm

Quizá ésto fue lo que motivó a la familia a elegir Benidorm como retiro para Doña Ana que llegó embarazada, con sus dos hijos pequeños, la nodriza, que es el ama de compañía de la Señora, viste traje negro y alguna puntilla blanca, tiene acento andaluz pues es de Ecija, y todo un séquito de servicio para que la condesa de Montealegre pasara cómodamente esos años en su amplia casa de la calle del Horno, actual carrer Metge Don Cosme Bayona. Pero la localidad no era ajena a lo que pasaba en el resto de España y la Señora pasó, a orillas del Mediterráneo y con este sol y esa luz especial con que la Naturaleza nos ha bendecido, los peores momentos de su vida. No hay que olvidar lo rancio de su abolengo, los territorios que sus dominios abarcaban y lo que en aquellos años estaba en juego (1808-1012).

En las calles del pueblo o en la única posada que existía en la época, posiblemente adosada al margen derecho del macizo del Castillo se alzaban voces sobre el rey Carlos y sobre el rey Fernando, con división de opiniones. A la vuelta de uno de esos paseos que Doña Ana, sus hijos y la nodriza realizaban a diario por alguna de las playas entonces salvajes de Benidorm, se toparon con un grupo de mujeres que salían de la carnicería al grito: “¡Valencia se ha sublevado, y le ha declarado la guerra a Francia, en nombre de nuestro Rey Fernando! -al grupo de mujeres se unieron algunos hombres que se preguntaban- ¿Desde Valencia nos mandan que hagamos las paces con los ingleses, pero eso no puede ser, cómo vamos a arreglarnos por separado con los ingleses? ¿Y el resto de España? A Benidorm ya habían llegado rumores de los fusilamientos del 2 de Mayo en Madrid, pero no se había nada a ciencia cierta porque la comunicación era mucho más lenta que actualmente. A la Señora, como también se la conocía, es de suponer que muchas de las opiniones allí vertidas se las tuvieron que traducir porque ni hablaba ni entendía el Valenciano.

Y es que en apenas dos meses en España había habido un cambio de rey y mes y medio después los franceses habían fusilado a cientos de madrileños por montar alborotos. “En Benidorm, y mientras yo sea alcalde -decía Manuel Orts- nadie va a aceptar otras noticias que las que vengan por la vereda, y quien quiera dejarse llevar por falsas noticias que se vaya a Madrid”. ¡No hubo revueltas!

Playas de Benidorm -antigua

Lo único que supo la joven Doña Ana Agapita es que su lealtad a Fernando VII era más que una cuestión de honor por lo que Francisco de Paula Veruny y Valda participó activamente durante la Guerra de la Independencia, en la que luchó cuerpo a cuerpo en la Batalla de Uclés (1809) y cayó preso. En la casa de Benidorm la condesa de Montealegre vivió sola con sus hijos pequeños de 1809 a 1811. Pasó dos años pensando que su marido había muerto, ya que hasta 1811 no supo que había sido hecho prisionero. El luto por su marido iba pegado a su corazón como las prendas de vestir que cada día le escogía la doncella para salir a pasear por Benidorm -hasta conocer que Francisco estaba vivo-. Para la mujer que no superaba los 20 años, que no la aristócrata o la Señora, fueron dos años de lágrimas, de dolor, de impotencia y, porqué no decirlo, de miedo que a solas desahogaba en la amplia alcoba de su casa más amplia, sola y fría que nunca.

Doña Ana tendría unos 25 años “es una mujer instruida y amante de las artes pues sus hijas serán todas intérpretes musicales, tiene mundo pues frecuentaba la Corte y su familia ocupa las más altas funciones desde hacía varias generaciones, su marido es primo de ella y más joven por lo que deducimos que fue un matrimonio convenido y que su familia tenía muy claro que su destino era mantener el dominio de su clase a toda costa. No tiene ningún sentido liberal pues en los años siguientes defenderá jurídicamente sus derechos señoriales, pero es una mujer de clara sensibilidad como lo prueba la educación musical de sus hijos. Debió ser una mujer con cierta capacidad que se pondrá de manifiesto en la guerra, pues es muy probable que durante unos años debió aguantar viviendo en Benidorm viendo cómo todo su mundo se hundía –en lo personal noticia de la muerte de su marido en Uclés 1809 luego desmentida en 1811, en lo político pérdida del trono borbónico a cuyo servicio estaba su familia de la forma más vinculada, y en lo económico viendo cómo se desmorona a partir de 1811 el régimen señorial-.

Cuando Doña Ana se entera de que su marido había sobrevivido, en España eran tiempos difíciles. Se debate en multitud reivindicaciones sociales y en las Cortes de Cádiz se está elaborando un Decreto de Abolición de los Grandes Señoríos -efectivo desde agosto de 2011-; por ello los señores necesitaban todos los apoyos locales de que podían disponer no sólo para conservar su posición sino incluso sus vidas.

En Benidorm no consta que se produjeran revueltas anti señoriales, en ese momento, pero sí sabemos la posición del pueblo a la hora de votar a sus representantes en la Junta Local: se prefirió, por abrumadora mayoría, al presbítero Don Domingo Orts (otro miembro de la familia), frente al representante de la Señora que fue Don Jaime Mariano Lorca. Y también se sabe que a raíz del Decreto de Abolición de los Señoríos los arrendatarios dejaron de pagar los derechos señoriales, lo que motivó que Doña Ana Agapita permitiera a sus concesionarios recaudadores de tales derechos librarse de sus compromisos con ella.

El 31 de mayo de 1808 Benidorm y el resto de España tuvo en el mismo día, tres reyes: Fernando VII, Carlos IV, Napoleón Bonaparte, y, de nuevo, el rey Fernando. Ese día es importante para la marquesa de Montealegre porque en Benidorm se elegía a los nuevos representantes de las Juntas Periciales, es curioso pararse un minuto a leer la transcripción de lo más importante ocurrido en aquella sesión plenaria, que pudo haber transcurrido así.

La crisis de Doña Ana**

Doña Ana.- ¡Error de ellos, verdad Don Jayme?

Jayme Mariano Llorca.- ¡Señora…!

Doña Ana.- Repito, ¿error de ellos, o error de Vuestra Merced?

Jayme Mariano Llorca.- Doña Ana, créame que…

Doña Ana.- ¡Ya tienen lo que querían! ¿Es así suficiente, o querrán llegar aún más lejos?

Domingo Orts.- Doña Ana, os pido disculpas, es mejor que volváis a vuestra casa, luego pasaré a explicaros…

Doña Ana.- ¡No necesito explicación alguna, cuando todo es evidente! ¡Y no me quiero ir de aquí! ¡José Eusebio, hijo, ven aquí conmigo! Quiero verles a todos la cara. Sus nombres van a quedar en un acta, y lamentarán toda su vida que Don Tadeo lo haya reflejado…

Isabel Falcó.- Doña Ana, quisiera explicarle… mi marido…

Doña Ana.- ¡Es tarde! Isabel, tu marido ha hecho lo que tenía que hacer, o mejor, lo que él creía que tenía que hacer. Estoy convencida de que tú tienes las ideas muy claras y me entiendes.

Isabel Falcó.- Señora, me leéis el pensamiento, pero creo que sois la única.

Doña Ana.- Don Tadeo (secretario), no se preocupe, es difícil hacer cumplir el orden correcto cuando el desorden nos rodea. Sépanlo, no les guardo rencor porque creo que todos actúan movidos por su ignorancia de la que, por cierto, yo no tengo culpa alguna, y sí este ambiente relajado de las costas, abandonadas de la mano de Dios, tan diferente al de Madrid al que yo estaba acostumbrada… Les repito, no se preocupen, porque se han limitado a aplicar la ley, las leyes ahora les han pedido que se nombre por todos un representante y es lo que han hecho, nada ilegal, pero… ¡Por eso mismo! ¡Espero que ninguno de Ustedes se moleste cuando yo, aplicando las leyes, dentro de poco, ya veremos cuándo, ejerza todos y cada uno de mis derechos! ¡Todos!

Domingo Orts.- Señora, la gente no ha actuado contra vos

Doña Ana.- Don Domingo, no quiero enfrentarme con Vuestra Merced, de hecho sois el menos culpable de este juego, pero no me provoquéis. Ya informaré a mi tío, el Obispo de Orihuela, Don Francisco Cebrián y Valda, sobre vuestro nombramiento; no creo que vuestro encargo llegue muy lejos. En cuanto a los demás ¡Todos los que estáis aquí me lo debéis todo, la bisabuela de mi abuela, Beatriz Fajardo, ya os puso el agua, antes no teníais dónde plantar una cebolla, y ahora actuáis así!

Mujer del público.- Doña Ana, con todo respeto, el bisabuelo de mi abuelo pagó por esa agua, y mi abuelo y mis padres siguen pagando.

Doña Ana.- Claro, porque el agua sigue ahí, ¿o no? Las fuentes, las acequias, ¿me las he llevado acaso? ¡Todo lo hicieron mis padres, mis abuelos!

Mujer del público.- Ellos no lo sabemos, porque no venían por aquí, pero el señor Sanz…

Doña Ana.- ¿El señor Sanz? ¿Cuál? ¿Ese que pagó de su bolsillo la Ermita? ¿Ahora tiene la culpa él? ¡Cómo se atreven a manchar su nombre!

Manuel Orts.- Señora, os he informado varias veces de que la gente no tiene nada contra vos, ni quiere el desorden. Piden muy poco para mejorar sus vidas, y en este momento podemos hacerlo de una forma pacífica.

Doña Ana.- ¡Podemos, podemos! Parece que todo se arregla con decir Podemos. Podemos por aquí, podemos por allá. El pueblo no puede, sino que debe, porque todos debemos, yo también debo, debo preocuparme de mis vasallos, siempre ha sido así.

Manuel Orts.- Señora, con todos los respetos, en estos años de guerra hemos sido vuestros vasallos los que nos hemos preocupado de vos, y de vuestros hijos, y lo seguiremos haciendo.

Doña Ana.- ¡Faltaría más! ¿Quieren acaso que les agradezca que hayan cumplido con su deber, o que simplemente se hayan portado como buenos cristianos? ¿Qué sois acaso? En muy poco tasáis vuestros deberes. ¡El día que yo pueda votar…!

Mujeres del público.- (adelantándose desafiantes) ¡Ese día votaremos todas! ¿O no?

(Doña Ana, amedrentada, se echa a llorar)

Doña Ana.- ¡Ni las mujeres me defienden! ¡Qué os he hecho para que perdáis todos así la cabeza! (llora)

Una vecina sale de entre el público.- Doña Ana, no llore. Tenga, un pañuelo. Lo he bordado yo. Se lo regalo.

Doña Ana.- Gracias, niña… (mira el pañuelo, y ve unas iniciales) Pero… estas iniciales son de mi hija, ¿me has robado esta tela?

Vecina.- ¡No, no, Señora! La tela era de mi hermana Bárbara, me dijo que se la habían regalado.

Nodriza.- Esa tela era de una camisa de la señorita Joaquina, que la señora le regaló a tu hermana.

Vecina.- La camisita estaba rota, y mi hermana no la quería usar, pero a mí me gusta mucho coser y hice un pañuelo… tómelo.

Doña Ana.- ¡Ni me acordaba! (sigue llorando con la cabeza entre las manos) ¡Oh, Señor, esta gente me odia…! Niña, Eees un alma buena… No como la de otros (a los hombres). Quédate tu pañuelo, es precioso y ahora recuerdo aquella camisa rota… aquella camisa. ¡Y Ustedes también! ¡Quédenselo todo! ¡Se acordarán del día de hoy! Jamás pensé que llegaría a ver esto algún día.

Jayme Mariano Llorca.- ¡Señora…! (a los demás) ¡Y vosotros, en buen lugar habéis quedado. No entendéis las consecuencias de lo que ha pasado aquí. ¡Si al menos no hubierais votado todos en contra mía! Ahora el pueblo está perdido.

Mujer del público.- El pueblo puede, tú no, ¡no sufras tanto!

Nodriza.- Señora, siéntese en esta silla (le pone una silla), ya verá como todo va a seguir igual.

Manuel Orts.- Bueno, bueno, no molesten a Doña Ana, y respeten la dignidad de esta casa.

Mujer del público.- ¿Pero no es esta la casa del pueblo?

Manuel Orts.- Sí

Mujer del público.- ¡Y nosotros! ¿Qué somos?

En 1911, año en el que Doña Ana es conocedora de que su marido había caído preso pero no había muerto, ya era consciente de los tiempos convulsos que se vivían en el resto de España salpicada de multitud de revueltas, reivindicaciones sociales y de que en las Cortes de Cádiz se está elaborando un Decreto de Abolición de los Señoríos -efectivo desde el 6 de agosto de ese mismo año-, por lo que los señores necesitaban todos los apoyos locales de que podían disponer no sólo para conservar su posición sino incluso sus vidas.

En Benidorm no se produjeron revueltas de este tipo pero de lo que sí hay constancia fue la posición del pueblo a la hora de votar a sus representantes en 1811: se prefirió por abrumadora mayoría al presbítero Don Domingo Orts frente al representante de Doña Ana, Don Jaime Mariano Lorca y también se sabe que a raíz del Decreto de Abolición de los Señoríos los antaño arrendatarios de las tierras dejaron de pagar los derechos señoriales, lo que motivó que Doña Ana permitiera a los concesionarios recaudadores de tales derechos librarse de sus compromisos con ella.

Todo indica que la Señora Doña Ana Agapita aún tuvo que agradecer que la población se limitara simplemente a no pagarle y no se planteara otro tipo de agresiones, si bien seguro que los protectores de la Marquesa de Montealegre -y entre ellos Orts con toda probabilidad- debieron estar muy pendientes de cualquier incidencia (…)”. “Hay que tener en cuenta que Dona Ana por aquel entonces era una mujer también joven, que se encuentra sola en Benidorm (…) y hay que proteger”. Tras finalizar el período bélico es cuando se tiene constancia de que Francisco de Paula Bernuy Valda profesionalmente ejerce como administrador de los bienes de su esposa (1847).

Pero mientras tanto en Benidorm.- “(…) En 1860 fue alcalde de Francisco de Paula Orts, que repetiría en 1862, y en ese intervalo de tiempo ostento la vara de mando José Berdín. El 3 de mayo de ese año se recibe orden para que Joaquín Thous devuelva su cargo municipal a José Orts ( y a otros como Francisco de Paula). En la tensión plenaria del 12 de febrero de 1865 se hará constar al cesar la Junta Pericial constituida por José Orts Jorro, Francisco de Paula Orts y Pedro Berdín. En octubre retoma la alcaldía Francisco de Paula Orts. De esta forma llegamos a la Revolución de 1868, con la que se forma en Benidorm una Junta de la que forman parte algunos Orts, como José Pérez y Orts -primer teniente de alcalde y Francisco de Paula Orts, entre otros…-.

Por su parte, de la familia Thous, que como ya apunté hace dos semana en mi columna “El Virgen del Sufragio: cementerio e historia al borde del mar”, ha estado afincada en Benidorm desde siglos, perdiéndose en la nebulosa del tiempo en la segunda mitad del s. XX, el primero conocido de la saga fue Vicente Thous, alcayde del Castillo de Altea en 1704. No se ha podido documentar todavía quienes fueron sus descendientes directos. Igualmente se sabe que el segundo de los Thous y primero avecindado en Benidorm fue Joseph Thous, yerno de Tomás Sanz, que fue el hombre de confianza de los marqueses de Montealegre y Valparaíso en la comarca.

Los Valparaíso y el Crimen de Los Galindos

Termino con más confluencia de apellidos.- Gonzalo Fernández de Córdoba y Delgado, XVI marqués de Valparaíso. El crimen se produjo en un cortijo de su propiedad. El crimen de Los Galindos fue un crimen múltiple en el que se produjeron cinco brutales asesinatos. Tuvo lugar el 22 de julio de 1975 en el cortijo Los Galindos, situado en el término municipal de Paradas, en la provincia de Sevilla. Nunca se descubrió al culpable o culpables. El cortijo de los Galindos era propiedad de María de las Mercedes Delgado Durán, que en el año 1954 se casó con Gonzalo Fernández de Córdoba y Topete, marqués de Valparaíso y de Grañina, militar de carrera que, tras contraer matrimonio, abandonó el ejército para dedicarse a la gestión de las cinco fincas propiedad de su esposa. Para ello nombró administrador a Antonio Gutiérrez Martín, también oficial del ejército, que pasó a la reserva como teniente de artillería y continuó colaborando con el marqués en la vida civil.

Asesinatos: Los Galindos, el asesinato de papá

La propiedad tiene una extensión de alrededor de 400 hectáreas y se dedicaba principalmente al cultivo de trigo y girasol, aunque una pequeña parte era olivar. Se encuentra situado a cuatro kilómetros de Paradas. Se accede a él a través de un carril que parte de la carretera que une Paradas con El Palomar, en la comarcal que enlaza Marchena con Carmona. Las instalaciones constan de un patio de 2.000 metros cuadrados y dos viviendas, una de ellas habitada todo el año por la familia del capataz y otras para el marqués y su esposa, que sólo se utilizaba ocasionalmente.

El 22 de julio de 1975 aparecieron en el cortijo los cadáveres de Manuel Zapata de 59 años, capataz de la finca, Juana Martín Macías de 53 años esposa del anterior, Ramón Parrilla González de 40 años, tractorista, Asunción Peralta Montera de 34 años y su esposo José González Jiménez de 27 años, también tractorista. Todos ellos eran vecinos de Paradas. El cuerpo de Manuel Zapata fue el último en aparecer, sin embargo la autopsia demostró que fue el primero en morir. El capataz y su esposa fueron asesinado a golpes con la pieza metálica de una empacadora. Ramón Parrilla por disparos de escopeta, mientras que Asunción Peralta y José González fueron golpeados hasta morir y posteriormente quemados. Se realizaron dos autopsias a los fallecidos, la primera de manera inmediata tras los crímenes y la segunda ocho años después por el doctor Luis Frontela que entregó un informe completo al juez el 24 de octubre de 1983.

El sumario del caso 20/75, con más de mil folios, se encuentra en paradero desconocido desde agosto de 2014, cuando un derrumbamiento del techo de las dependencias del juzgado de Marchena en que se custodiaba, obligó al traslado de numerosos documentos.

El crimen prescribió en julio de 1995, 20 años después de los hechos, sin que se llegara a celebrar juicio, dado que no existía ningún sospechoso. El año pasado, 2019, el primogénito del marqués de Valparaíso concedió una entrevista a un conocido diario andaluz en la acusaba a su padre de ser el autor de la muerte de los cinco trabajadores del cortijo del que es propietario.

Basándose en los hechos, el escritor Alfonso Grosso publicó en 1979 una novela titulada Los invitados. Esta obra fue llevada al cine en el año 1987, dirigida por Víctor Barrera y protagonizada por Amparo Muñoz y Pablo Carbonell.

*Esta columna está basada en el trabajo del historiador aficionado y abogado profesional César Evangelio Luz: “Don Pedro María Orts Berdín: La confluencia de los apellidos”. En su “reseña histórica histórica de los pueblos de la Marina, según original de 1880 a cargo de Pedro María Otrs Berdín”. Benidorm. Editado por l’Associació d’Estudis de la Marina Baixa.

** Esta parte de mi columna está basaba en las obras de teatro de César Evangelio: 31 de Mayo de 1808: El día que Benidorm tuvo tres reyes y La Votada