La maldita frase de Montaigne

El pasado viernes 24 de mayo del presente año se volvía a reunir el Club de Lectura «Paraísos abiertos», con Esperanza Rodríguez que habló sobre la obra de Michel de Montaigne

LA MALDITA FRASE DE MONTAIGNE

De nuevo Esperanza Rodriguez y su verbo. La biblioteca es la misma, pero las sillas se han puesto en círculo para que todos podamos participar. Esperanza, sin titubeos, nos recuerda los dos textos de sus escritores favoritos: Jorge Edwards, “La muerte de Montaigne” y Stefan Zweig, “Montaigne”. Y también “Los Ensayos”, según la edición de 1595 de Marie de Gournay. No quiero hacerlo largo, la profesora Rodriguez nos lee unas cuartillas en las que evoca a una compañera nueva que acaba de llegar al internado de monjas. Tienen trece años y están en cuarto de bachiller. Esperanza nos habla de la amistad que nace entre ellas. Del primer cigarrillo una tarde de sábado. De alguna manera la profesora Rodriguez recrea el famoso ensayo de Montaigne sobre “La amistad”, que habíamos quedado en que se iba a leer hoy. El guion ha cambiado, pero el fin es el mismo: La amistad abierta, sincera y profunda entre dos amigas de colegio. ¡Qué valor hay mayor que la amistad… ninguno! Esa amistad sincera que te lleva a mostrarte frente a ella tal como eres, sin ocultarle nada. Qué alegría poder reír, cantar o llorar junto a ella. Impagable confesarle mis miedos y mis inquietudes más profundas, mis secretos más íntimos, sin ningún pudor ni miedo al ridículo.

Mientras escucho la voz trémula de Esperanza leyendo estas cuartillas pienso que podría encontrar una frase que fuese digna de Montaigne. ¿Por qué no? ¿No es acaso un ejercicio literario? Y qué es la literatura sino palabras. Todos hemos escuchado que a Montaigne se le recuerda por sus frases lapidarias. Frases que en su reclusión voluntaria en la Torre circular de su castillo cerca de Burdeos, mandaba escribir, en caracteres dorados, en las vigas del artesonado del techo. Todas están escritas en su amado latín o en griego. Pero, ¿Cómo en tan corto espacio de tiempo encontrar una frase similar? A primera vista me parece imposible. Pero a la vez me intriga. Es un reto. Un juego literario: Escribir una frase memorable en un Club de Lectura en el que se recrean frases auténticamente memorables.

Esperanza ha empezado su relato así: Hay una chica nueva. Nos sentamos juntas en clase. Apenas nos separa una fila de mesas. Ella me atrae desde el primer momento por su carácter independiente, su clara inteligencia, su desenvoltura frente a monjas y profesores, su forma de comportarse altiva sin doblegarse ante ellos. Nos encontramos en los recreos, en el patio donde jugamos a las tabas y hablamos juntas en un rincón retirado. Nuestra amistad empieza a florecer.

El tiempo pasa, a las ocho cierran la biblioteca. Llamo mentalmente a la Providencia, invoco a los dioses del olimpo griego y a los del vasto panteón romano. ¡Sólo quiero una frase! No es para tanto. Una frase que recuerde vagamente a las que coleccionaba Montaigne. Que tenga ese empaque, esa grandiosidad que las ha hecho perdurar a lo largo del tiempo, que las ha hecho inmortales. Una frase redonda y a la vez sencilla y brillante. Que te haga reflexionar. En fin, que te apabulle. Pero, ¿Dónde demonios está oculta esa maldita frase?

Esperanza prosigue su relato impasible a mis cuitas y le presto atención. La vida en el colegio. El primer baile. El primer cigarrillo una tarde de sábado. Los primeros chicos. La juventud que palpita en las venas, en la sangre que las recorre. La firme vocación de su amiga de ser médico del aparato digestivo. El primer baile. El primer guateque. Bailar, afirma rotunda, es sólo un pretexto para abrazarse. Por eso a los chicos los mantengo a raya a un metro de distancia con los brazos extendidos. Pero, que pretexto tengo yo para no encontrar ninguna frase. No lo entiendo. De forma automática hago fotos, miro la máquina de grabar, como un autómata vuelvo a hacer más fotos. Se me podría ocurrir algo. No sé bien qué, quizá algo altisonante y ostentoso. En qué me puedo inspirar -me pregunto-. Me fijo en las palabras que escucho, pero no hay manera, no encuentro una reunión de ellas que se pueda acoplar a mi propósito. Acaso -pienso- me saldrá por azar una greguería. Ni aún así. Mientras tanto, Esperanza se va acercando inexorablemente al fin de su relato.

Esperanza ha vuelto a reencontrar a su amiga tras más de veintitrés años de ausencia. Al verse frente a frente renace la amistad. A la amiga, de nombre desconocido, le amarga la vida, el suicidio inesperado de su hermano. Al poco tiempo Esperanza lee en un periódico la esquela de su muerte. Pese a ser neumóloga fumaba como un carretero. El relato llega a su fin y el tiempo se me agota. Aplausos. Aplausos cariñosos. La lectura ha conmovido. El relato está bien escrito. Se nota que es vivido, que le nace del corazón. Pero, ¿Dónde está la frase que busco, la maldita frase de Montaigne?

Miro furtivamente al techo de la biblioteca y me pregunto: Qué hacen los dioses griegos, la caterva enorme de dioses romanos que no me apoyan. Acaso no saben que necesito urgentemente una frase, una frase que le pueda gustar al gran Montaigne para colocarla con letras de oro en el artesonado de su biblioteca y para cerrar adecuadamente este escrito. Y de pronto, cuando nos estamos despidiendo… cuando no queda tiempo, cuando empiezan las despedidas y los abrazos,,. nos volveremos a encontrar en septiembre, que paséis un buen verano, no abuséis del sol que es malo para la piel, el verano es tiempo de lectura… de golpe, aquí esta. Ha llegado de improviso como un destello luminoso. Sí, no me lo puedo creer, una frase breve de apenas once palabras. Los dioses, al fin, han sido propicios y me la han concedido sin saber por qué. Seguro que a estas alturas, si has seguido este texto hasta aquí, la quieres conocer de inmediato. No la demoro más, A ver que te parece. Es esta: No esperes de los dioses lo que puedas hacer tú mismo.

Esperanza, no puedo por menos que soltar una amplia carcajada de satisfacción… ja, ja, jaaa… Hasta el regreso del Club de Lectura en septiembre. Feliz verano. Aquí dejo algunas fotos de este último Club de Lectura.